Karaoke.

Tengo una voz extraña o, no sé si será exactamente la voz o la entonación que le doy al hablar. Una voz de niña, una voz que parece querer ignorar que el cuerpo en el que vive, ya quiso crecer. Una voz como yo. Recuerdo aquel tiempo en que me avergonzaba de ella, esa frase en la cabeza que me acompañaba por las esquinas, avenidas, parques,campos y plazas, que se escondía detrás de un marco de la puerta, por ejemplo, para después atacarme:

-¡Qué voz más fea tienes!

¡Maldita frase enemiga! Menos mal, que fue lo que el viento se llevó. Luego empecé a sentir mi voz como mía, propia ¡Era yo! ¡Era yo! ¿cómo no querer a la hija de mis entrañas? Un cambio me privaría de mi identidad, sería yo pero, sin ser yo. Y pronto llegaron los días en que vida la dí, transformándola en notas de música. Cantar en la ducha, frente al espejo, en el balcón, en la habitación, en aquella calle medio solitaria... ...éso sí, siempre en secreto. Pero, el jueves pasado algo cambiaría: me habían invitado a ir a un karaoke. Y aunque no lo crean, era mi primera vez; estos piececitos jamás se habían dignado a pisar una sala de karaoke; nunca me gustó ser el centro de atención. Siempre he huido de todo lo que implicara actuación, teatro... ...sí, parezco de miedo escénico, lo reconozco. De entrada, me gustó cómo estaba toda la estancia organizada. Nada más llegar,nos presentaron un librito en el que habrían miles de canciones y de artistas. Entre todos elegimos canciones a tropel, mientras una mujer mayor cantaba como el ruido estruendoso de un gran relámpago en el cielo o peor.

-¡Mira! -dijo de repente E, señalando el escenario- ¡Esa canción es nuestra!- y seguidamente corrió al escenario. Los demás, se quedaron bien panchorros en la mesa y no sé lo que pasó ¿fue locura? Pero, en un despertar, allí me ví plantada con E en el escenario. Las dos solas, cantando y cantando. Ella, no sé, yo, con temblores en el cuerpo bien disimulados. Al final, llegaron los aplausos y un :

- ¡Guapa!

Fueron dos canciones con yo y E de solistas, y las demás en grupo. Mi conclusión final fue: pues no morí. El micro y yo, nos hicimos buenos amigos.

Al día siguiente la profesora dijo:

-Esther, ¡la estrella del karaoke!- lo que me hizo sonreír por dentro o por fuera, no lo sé, por el buen rato y la agradable compañía del día anterior, que lo es todo.

-Pero... ...¡¡¿QUÉ?!! ¿Cómo seré capaz de hacer éso?- piensa una Esther niña o adolescente, desde algún aula de un colegio.

- Pues no lo sé pero, lo hice- le contesta la actual.

Tanto me gustó todo aquello, que bajé un karaoke de internet. Véase una Esther, haciendo la loca en su casa; éso sí, en una cajita que la esconde de los ojos del mundo. Si quieren pasar un rato divertido y en la clandestinidad os lo recomiendo. Pones en el emule o programa similar "karaoke" y a ¡bajar! ¿Te animas?


¡¡¡ Hasta ellos lo hacen!!!

Os dejo esta canción, que cantamos E y yo solas. Me gusta y no sé por qué me encanta cantarla.



Danza invisible, sabor de amor.