viernes, noviembre 30, 2007

Envidia (parte final).



Y la envidia se levantó, alisó las pequeñas arrugas que se habían formado en su pomposo y ya super anticuado vestido de lino y marchó sigilosa y lentamente, tal como había venido. Y la alegría aprovechó y entró con el alboroto que le era propio pero, también con miles de mariposas y colores. De un brochazo, el sillón del rincón, las flores del balcón, la cocina, las paredes y techos, el cielo, el mar... ... la vida, se despojaron del lúgubre gris.

Se levantó y miró por la ventana. Unas niñas saltaban a la comba, en el parque de enfrente y... ...sin embargo ,la vida continuaba. Y se tocó las manos ¡podía tocarlas! ¡Increíble! Era tanto el tiempo en que creyó estar muerta... ...Y pensó, a lo mejor sin pensar. Quizás, simplemente no estaba hecha para amar ¿éso existía? ¿Era posible? Qué más daba, cuando siempre iba a responder el mudo silencio.

Decían que el rosa era el color de la alegría; éso es lo que haría: se vestiría de rosa. Y luego, saldría. Y así fue, se largó a esa montaña alta, cercana a la ciudad y gritó en hojas de papel y de aire.

Volvió a casa... ... y allí, estaba su familia, que la envolvió en su cálido y protector abrazo hogareño. Abrió el messenger y ahí estaba su otra gran amiga, que andaba medio deprimida. Su familia la necesitaba; su gran amiga, la necesitaba. Era rica; ésos eran sus dos grandes tesoros y... ...ni si quiera se había dado cuenta y... ...se sentió feliz.

Y, sí, seguía pensando en él, preguntándose qué habría sido de su vida, tachando inútilmente los números del calendario, mirando por el balcón y llorando a las estrellas y a la luna, sorbiendo vasos de melancolía, escondiéndose en el silencio y preguntando y preguntando ( jamás había dejado de preguntar). Éstos eran los aspectos que tenía que controlar; no volvería a repetirlos nunca más. De momento, ya había dicho:

- ¡Basta!

Y sonrió, porque sabía que podía conseguirlo. Quería y podía. Entonces, el sol entró por su ventana, dándole la bienvenida a su nueva vida, ésa que estaba a punto de comenzar y que, traviesa, la guardaba gratas sorpresas.

FIN.

domingo, noviembre 25, 2007

Envidia.



Las ocupaciones, compromisos, circunstancias y demás la habían impedido ver a su amiga durante buen tiempo. Pero, ella cumplía 28 años, la había invitado a comer y ya no se permitiría faltar por nada del mundo.

Su amiga estaba radiante, jamás la había visto así ¿Qué le pasaba? Pronto se enteraría.

- Tengo novio.

- ¿Cuándo empezastéis?

- Mi José y yo, llevamos dos meses.

José era electricista. Ya le había regalado un suave osito de peluche, una vela,lámpara y mechero en forma de corazón que cambiaban de colores. La amiga hablaba entusiasmada de cualquier cosa que representara José. Sus ojos eran un cielo de estrellas chispeantes, su boca brillo de luna, ella misma esencia de un sol risueño.

Recordaba cuando su amiga y ella se divertían juntas: en el cine, de senderismo o cantando todas las navidades después de cenar, alrededor de la mesa, mientras Rafa tocaba alegremente la guitarra.

-Formaremos el club de las solteras ¿Quién necesita a los hombres?- pensó ella alguna vez. Y se sentía bien, viendo que alguien estaba sola, sin pareja, como ella.

Recuerdos que se mezclaban con cada sorbo de café, de presente. Y ahí delante la tenía, alegre como las margaritas de primavera. Sin embargo, no se alegraba de la noticia ¿Por qué no podía sentir dicha por su amiga? Más bien, un extraño monstruo fue recorriendo sus venas, hasta instalarse en todas las partes de su cuerpo: envidia. Quería alegrarse, en el fondo deseaba que a su amiga le fuera todo bien pero, por otra parte no podía evitar sentirse así. Se sentía más sola; la ex-situación de su amiga la había hecho estar acompañada en el camino. Mirarla, escucharla y sonreír, creyendo que ése era un buen remedio para dejar a los celos volar en libertad.

Mientras volvía a casa, se dió cuenta que además del horrible sentimiento que le inspiró su amiga, los piés pesaban y el alma... ...recordaba aquel chico que estuvo detrás de ella durante un tiempo y al que no se atrevió jamás a hacerle caso y las anteriores oportunidades que había desperdiciado siempre. La vergüenza, indecisión y terrible miedo, parecía que serían sus fieles compañeros de vida.

Ahora, lo comprendía: lo que más admiraba y envidiaba a la vez, era el que su amiga hubiera tenido las agallas de decir:

- Sí.

Y ella, aún sigue teniendo vergüenza de los chicos. Se esconde como una cervatilla asustada cuando el amor toca a su puerta, en vez de mirar por la mirilla, abrir la puerta y saludarlo.

Y... ...él se fue en un tren y no volvió la vista atrás. Estaba bien, no le haría agonizar más en la espera. Mejor que no volviera a saber nada de ella. Sin embargo, su olor aún inunda la habitación de sus recuerdos. La melancolía entra por la ventana de su alma, entra y sale pero, ya no hace pupa; su presencia ya no es extraña. Y secretamente, cuenta los días del calendario, como si éso sirviera de algo.

viernes, noviembre 23, 2007

Peces y...


Somos esos peces que mueven sus aletas con garbo, ganas y alegría por los mares de la vida. Al principio, contentos, jóvenes, inconscientes. Luego,todo cambia: el mundo gira y nosotros giramos; suben las mareas, vienen las tormentas para después nacer una tarde de sol y... ...los oscuros inviernos, tórridos veranos, primaveras alegres y hojas de otoño que caen marchitas y cansadas para que nazca algo mejor, más bello y resplandeciente.

Somos peces y ¿quién es el tiburón? Incógnita.Ser tiburón por un día o toda una vida. Ser tiburón y convertirse en humilde pececito y viceversa.Y hay que correr para no caer en las fauces del gran e inescrupuloso tiburón.Un tiburón que se llama Peligro,Manipulación, Avaricia, Injusticia,Engaño...

Peces felices somos, que de repente caemos en una red ¿Por qué? ¿Por qué caímos? ¿Por qué nos tocó ésto? ¿Por qué yo? Y la red, sube y sube... ...¿Quién? ¿Quién la tiene entre sus manos? No lo ves o quizás sí; si es que sí, estás de suerte; saca tus dientes y muerde a la mano de la causa ¡Corta de raíz! La red asciende, quiere ir más allá del azul y... ...falta el aire; es la desesperación,la ansiedad, el miedo, la tristeza, que nos olieron.Somos entonces fracasados. Pero, podemos atacar o huir a las profundidades del océano y volver, volver a ser nosotros mismos, una vez más.

¿Sólo somos peces? No. Somos fieras, monos, perros, presas, sabios, ignorantes, sensatos, alocados... ...tantas cosas...

Hay que sobrevivir.

Hoy, me apetece vivir. Así que aquí os dejo algo ¡Que renazcan las nubes de la esperanza, aunque sólo sea por un instante!

Tanto si estás ahora mismo en la red, como si no escucha con atención.


Taxi(Melón diesel)-Tu oportunidad.

¿Qué piensas tú?

Yo quiero pensar que es verdad.

domingo, noviembre 18, 2007

¿Quién me iba a decir?

Hola a todos.

Hoy quien les escribe no es la que se hace llamar Esther por estos lugares ¿Que quién soy? Pues...

Bueno, vale, no soy yo pero,al menos me veo más joven; mis dueños, que no se dignan a hacerme una foto como Dios manda... ¡Con lo guapo que soy! ¡No hay derecho!

Llegué desde una pajarería, al igual que mi actual e insólita pareja. Pero, yo no soy el fundador de las múltiples generaciones que se dieron aquí, en este hogar donde en la cría de pájaros no se pensó jamás. La fundadora fue Kati (así la llamaron), que sola, desperdigada, quizás perdida(nunca dijo exactamente de dónde vino) llegó hasta el balcón de la casa de aquel entonces, cuyo paso a una habitación contigua estaba cerrado por una especie de valla, a parte de contar con las habituales puertas que tienen todas las casas para separar los balcones de las estancias de al lado. Y allí quedó ella, entre la valla construida y la puerta definitiva. Detrás de la valla, había un perro que no dejaba de ladrar y babear de sólo verla, más tarde me enteré que se llamaba Laika. Los humanos fueron los que la salvaron. Luego, la compraron un macho. Fueron muriendo y llegando otros, así se fueron formando las generaciones, hasta llegar a mí y mi actual compañero. ¿Cómo me llamo? Damián III y mi compañero es Damián IV. Yo soy gris y mi compañero blanco.No sé por qué Esther tiene la manía de poner numeraciones a nuestros nombres e igual hacía con nuestras damas; sé que es por una razón pero, como pájaro...

¿Sobre la vida en la jaula? Genial. Yo y mi compañero contábamos con dos damas preciosas, llamadas LII y LIII (así las llamábamos nosotros, en abreviatura). Cada uno teníamos nuestra pareja. Comprenderán que la vida en una jaula es muy aburrida, así que nos pasábamos todo el tiempo entonando melodiosas canciones, nada originales, pero, que tenían sus resultados. También conseguíamos otras cosas que no diré, por mi mucha discrección; hagan volar su imaginación. A las damas, les encantaba pasarse de un palo de la jaula a otro, huyendo de nosotros, haciéndose las duras, quizás, no sé... ...¿quién entiende a estas mujeres? Y nosotros detrás; era divertido jugar al pilla, pilla, hacíamos ejercicio y además, como no tenemos otra cosa mejor que hacer... Luego venía la oscuridad, que nos invitaba a acurrucarnos tiernamente, cada uno con el amor de sus amores y sólo por éso, valía la pena llegar al final del día. Ése era nuestro premio, nuestro regalo. Pese a los juegos del día, llegamos a cogernos mucho cariño entre chico y chica; no faltaba una sesión de mimitos mutuos, entre otras cosas. Los machos jamás fuímos amigos, más bien rivalizábamos; mi compañero que cantando se creía mejor que nadie, y todo un don juan irresistible y ¡pretendía restregármelo por el morro intentando quitarme a mi dama! Y yo hacía tanto de lo mismo ¿qué se creía ése? ¿que yo iba a ser menos? Ya vería lo que es bueno.

Pero, un triste día, nuestras princesas murieron, una detrás de otra; parecía como que se hubieran puesto de acuerdo ¡Fue terrible! Sólo en la oscuridad de la noche pensaba en ellas. Estaba entero, sano. Entonces, ¿por qué sentía que me faltaba algo? Sí, eran ellas: el calorcito de una noche contra un cuerpo femenino, las caricias mutuas y los juegos del día... ...todo, TODO había desaparecido de la noche a la mañana. El paisaje que quedó ante mis ojos era desolador, no sólo por la tragedia sino, por lo aburrido ¿Qué hacía yo solo, con la compañía de un pajarraco gordo y engreído? Me sentía el ser más desgraciado del mundo. Cuando al fin empezaba a alzar cabeza, miré a mi compañero; tenía los ojos perdidos, veía sin ver. Sumido en la inactividad de su recien estrenada vida del aburrimiento, sólo le quedaba pasar sus días cual mueble. Realmente daba pena . Me dí cuenta de que él lo estaba pasando igual de mal que yo y que sólo nos teníamos el uno al otro. La soledad y circunstancias de nuestra vida, acabaron por unirnos. No sé cómo sucedió, pero, nos dejamos arrastrar, quizás exista la magia al fin y al cabo. Vuelvo a tener mi sesión de mimos y el poder acurrucarme cuerpo contra cuerpo en mis noches, que ya no son llamadas soledad. Entre nosotros nació una profunda y eterna admiración.

¿Quién me iba a decir que mi peor enemigo se convertiría en mi mejor y gran amigo?

Les escribió y se despide Damián III, el pájaro.

viernes, noviembre 16, 2007

Quisiera.



Quisiera correr y correr, no cansarme y no parar jamás. Quisiera gritar hasta quedarme afónica de sentimientos. Quisiera con mi puño poder atravesar esa pared que tengo enfrente y no hacerme daño. Quisiera caer o hundirme bajo tierra, sin morir y... ...pararme, tumbarme en algún rincón, lejos de ojos indiscretos y risitas, y contemplar pasiva el paso de las nubes viajeras y entonces... ... no pensar, ni sentir. Quizás así, alguna me sonría o se transforme en un ángel.

Fue ese sueño extraño, idéntico al que soñó mi hermana, nada más que el papel de mi hermana lo ocupaba yo. Unos cuatro años y 3 abuelos, en aquel entonces muertos. Esa noche, quizás decidieron hablar y se metieron en la cabecita mía y de mi hermana. Los ojos pesados ya, se cerraron para ver una especie de puertas enormes en no sé dónde, que se abrían.Tras ellas, tres figuras alineadas y conocidas: los tres abuelos. Envueltos en una bella luz resplandeciente, empezaron a mover sus dedos índice en gesto de "ven". Todos al unísono decían:

-Vente con nosotros... ...vente con nosotros...

- No puedo-contesté vacilante.

¿Por qué? ¿Por qué, abuelitos, podíais hacerme tal propuesta? ¿No se supone que me queríais? Entonces ¡¿Por qué?! No lo entendía. Pero, vuelvo a casa, envuelta en la oscuridad de la noche, figura anónima, mujer de negro, sombra y... ...creo empezar a entenderlo. Y luego, me pregunto si lo que pienso es una estupidez. El silencio contesta. Y no sé, no sé nada.

Hoy el autobús me olvidó pero, el tren vino, extrañamente antes de la hora prevista ¡Vino para mí y por mí! Fue mágico y llegué a mi destino.

Pasaron otras cosas que no me gustaron tanto pero, que me convenían. Y sentir la desdichada y... ...pasear tus pasos solitarios por un lugar anónimo, uno tras otro, invisibles. Pero, a pesar de todo, empiezo a creer que soy una persona con suerte. Y quizás la suerte sea así: se va de vacaciones, a explorar nuevos mundos y recorrer nuevas aventuras. Hasta que un día, te roza el hombro, aunque quizás no la veas. Quizás, realmente nunca te abandona, sólo quizás.

El dicho: "Todo pasa por algo" ¿Será cierto? ¿Qué creéis? Yo me quedo en interrogante; signo de interrogación gigantesco, como el del sueño de mis abuelos ¿Debería irme?

domingo, noviembre 11, 2007

El pueblo y la casa.



Vivíamos en la ciudad pero, siempre íbamos al pueblo tan lejano en los veranos, el pueblo de mi padre. Un pueblo pequeñito, bonito, donde las paredes de las casas y edificios públicos se alzaban orgullosas, pretendiendo ser las voces de la historia. Allí, donde la gran cigüeña se dejaba ver en lo alto de un campanario. El viejo cementerio, donde en un rincón se acumulaban los huesos que quizás habían salido de forma improvisada de alguna tumba. Los chillidos de los cerdos de mi tío cuando los castraban y el gran reloj que colgaba de la casa de mi tía, en esa estancia grande que tenía que llamaban "La gloria". Mi abuela, la imagen más nítida que tengo de ella, es de una buenísima persona, que se pasaba el tiempo llorando, pañuelo en mano, por su miedo a la muerte. También estaba Gitana, la perra que no tenía miedo a nadar y por supuesto, los tíos.

Mi padre contaba en la mesa historias de los habitantes del pueblo y de él mismo, de su vida allí, de cómo se vivía en la posguerra de la Segunda guerra civil española. Resaltaría al vecino al que le encantaba comer gatos. Dicen que una vez, cuando ya tenía un gato muerto pelado ya, y colgado de algún lugar, listo para comérselo, el gato le mordió un dedo y le mordió tan fuerte, que se lo infectó. También estaba otra vecina del pueblo, de la que dicen que se le habían agrandado tanto los pechos y se le habían quedado tan esmirriados, que le molestaban para trabajar ¿Qué hizo entonces? Cuentan que se los colgó sobre los hombros, se los ató con un cordón, que no sé si sería del delantal, y asunto arreglado. Increíble ¿no? Pero, mi padre y mi tía, aún entre risas, aseguran que es absolutamente cierto. Mi padre también cuenta sobre la escuela, donde niños y niñas estaban estrictamente separados, donde se pegaba con una regla o se castigaba con los brazos en cruz al alumno ineficaz, desobediente o que no había ido a rezar el rosario previamente. Y habla sobre el crack, crack de aquellos niños que andaban con zapatos con base de hojalata porque no se podían comprar unos nuevos.

-Y sin embargo, éramos felices y nos conformábamos con cualquier cosa- afirma- no como vosotros, que ahora abrís la nevera, lo tenéis todo y ni lo apreciáis.

Sí, es cierto;no sé ni comprendo por lo que tuvo que pasar. Sin embargo, le tengo algo de envidia sana, por lo que es y por lo que llegó a ser. No seré nunca como él, lo sé. No puedo competir. Él, no sólo es una fuente de sabiduría, sino que tiene el don de dar vida de nuevo, a esos tiempos. Él es un testimonio, un testimonio viviente. Es interesante conocer las costumbres de tus antepasados; y te sumerges y te sumerges en el tiempo y viajas...

Un día, decidí hacer una visita a la casa principal de mi difunto abuelo, ya deshabitada. Me atraía la idea de poder entrar, de poder recordar; ya con pocos años, había estado ahí dentro y de casi nada me acordaba, sólo guardaba en mi memoria la imagen difusa de unos conejos, moviéndose en jaulas, agitados. Llegué a la casa con mi hermana. El viejo banco, donde siempre nos esperaban pacientemente sentados los abuelos, se conservaba intacto. Me acerqué a la puerta principal y el cristal que poseía estaba roto. Así que metí la mano por ahí, a ver si podía abrir la casa desde dentro pero, no, no pude. Así que, lo único que hice, es mirar más allá; ví el salón, lleno aún de viejos sillones oscuros, un reloj enorme de madera, viejos cuadros y no sé si también un antiquísimo televisor.Después de expiar me las arreglé,para subirme al banco, pegado a la pared de la casa y trepar un poco; así fue como llegué a ver lo que se veía a través de la ventana de arriba: una enorme habitación con una gran cama de matrimonio, que aún estaba hecha, con unos edredones blancos. No pude ver nada más pero, creo que fue suficiente;algo extraño pasaba en ese lugar. El tiempo parecía haber sido desterrado; allí, no tenían cabida los términos "minutos", "segundos", "horas". Era como que aún quedase allí algo, algo vivo, como que todo no hubiese muerto. Esa casa, pedía a gritos de silencio, ver de nuevo niños correr, oler de nuevo a salchichones, morcillas, chorizos, recien hechos.

-¡Estoy viva! ¡Quiero vivir! ¿no te das cuenta? ¡Aquí tienes la prueba!- decía la casa.

Pensé y pienso en la casa y, en el pueblo. Aquella casa, que aguantó fuerte y firme, vendaval tras vendaval y lluvias , nieves y primaveras. Fue condenada al olvido por una excavadora. Y ¿del pueblo? ¿qué pasó? Prolongados años de ausencia también pretendieron enterrarlo bajo una montaña de olvido. Lo que no saben los años y la excavadora, es que realmente nunca se salieron con la suya: casa y pueblo, aún están vivos, en mí, mis hermanos y mis padres. Son nuestros lugares mágicos, sagrados y éstos nunca mueren. Porque el fin no existe cuando se trata de recuerdos.

Y ¿tú? ¿Cuál es tu lugar mágico? Seguro que tienes alguno.

viernes, noviembre 09, 2007

Extraños.



Caras anónimas, cubiertas por un halo oscuro y misterioso que la mente no logra descubrir, por mucho empeño que ponga; hablo de los desconocidos. Y aunque pueda resultar tenebroso, me tocó rozarme con algunos de ellos; sin proponérmelo, sin esperármelo pero, así fue. La primera vez, fue a los catorce años, lo recuerdo perfectamente. Un gato se había metido en el motor de un coche (carro, en sudamérica). Varia gente intentó sacarlo por todos los medios, incluso le pusieron leche a las vistas, a ver si al señorito le apetecía salir pero, nada dio resultado. Mi hermano se rindió antes pero, yo, bien tozuda( qué raro ¿no? en un Tauro) me empeñé en sacarlo como fuera. Me agaché bajo el coche pero, no era nada fácil; el gato me huía; tan ágil como era, se escapaba entre los artilugios del coche fácilmente. Un hombre totalmente desconocido se me acercó. Empezó a contarme que él tenía varios gatos en su casa. De repente, me cogió los brazos y poniéndolos delante mío, me dijo:

- ¡Mira qué sucia estás! Y ¡mírate las rodillas! Así, no se puede ir por la calle- yo estaba vestida con manga y pantalones cortos y tirada por el suelo, naturalmente me había puesto hecha una cochina- Métete en el aseo del bar y limpíate- prosiguió él.

Era extraño cómo me agarraba los brazos, con total confianza.

-No, mejor me lavo en mi casa- dije y no debería haberlo dicho, porque mi casa estaba delante de él.

Al día siguiente, nada más levantarme salí al balcón. Mientras allí cruzaba unas palabras con mi madre, de repente, para mi asombro, por ahí estaba el mismo hombre del día anterior,deambulando por los alrededores cual vagabundo.

- ¡Mira, mamá! ¡Es él! - dije apuntándole con un dedo acusador.
-¿Ése? Pero, si es muy mayor ¿no?- replicó mi madre.

Creo que él debió ver el dedo señalándole, sin piedad, por éso, se dio la vuelta rápidamente, yéndose por donde había venido.

Con dieciocho años, venía yo tan tranquila de la academia a la que iba, perdida en mis pensamientos pero, éstos fueron repentinamente interrumpidos.

-Perdón ¿nos conocemos?- preguntó un hombre alto y calvo que prácticamente había saltado delante de mí.

Examiné su cara y nada. Me contó que me había visto por la calle tal, que sabía que tenía una hermana ¡¿Qué?! ¡¡¡Me había estado vigilando!!! ¡¡Y yo sin enterarme!!

-Lo siento, tengo prisa- mentí.
-¡Eh! Perdona ¿eh?- dijo molesto y tonto.

Sería por la misma época, cuando tuve la fatal ocurrencia de ponerme en un banco de un parque, a hacer unos deberes. Entonces, noté como una persona se sentó al lado. Empezó a hablarme, estilo indio.

- Hola, ser Molibú- algo de éso dijo- y ¿tú?
-Sofía- mentí.
-Yo ser un inmigrante que venir aquí a trabajar en una fábrica...

Me mostré algo cortante y distante; sospechaba a lo que venía.

- ¿Tú tener niños? - preguntó

-No, yo no cuido niños- contesté.

-¡¡Noo!! Niños, tuyos, tuyos...

¡¿Qué?! No me lo podía creer; que tan joven como era, pudiera ni si quiera preguntarme éso.

-No.

-¿Tener novio?

-Sí-volví a mentir.

- ¿Por dónde sales?

-No salgo, no me interesa. Me pongo todas las noches a leer en mi cama y estoy muy agusto- contesté intentando dar la sensación de ser la persona más aburrida del mundo.

- ¿Tener teléfono?

-Sí, pero, me lo acaban de cambiar, no me lo sé- inventé.

- Y ¿móvil?

- No tengo móvil.

La cosa se ponía fea...

- Me voy. Me está esperando mi abuela para comer- otra mentira más.

También, sucedió por quedarme sola en otro banco, cuando se me acercó un anciano, que al final se despidió diciéndome que a él le quedaba mucha marcha en el cuerpo aún y que cuando quisiera que le llamase ¡Desgraciado!

No hace mucho, eran las once de la noche. Mis padres no venían y el perro no había bajado. Desobedeciendo las órdenes de mi padre decidí bajarlo. Un hombre joven se acercó.

- ¿Estás sola?

Noté como otro hombre cercano, merodeando por ahí, como un carnívoro esperando a su presa para devorarla.

-Noooo...- dije con voz temblorosa. Corrí y corrí como si de ello dependiera mi vida. Tras mis pasos apresurados escuché un:

- ¡¡¡Eh!!!

No supe cuando les dejé atrás, sólo supe que tenía que correr.

Me acuerdo del caso de esa chica; andaba tranquila por la calle, cuando un joven la miró con simpatía. Por cortesía, ella le sonrió. Pero, cuando empezó a andar, el joven la seguía y seguía. La chica se asustó y tuvo que acudir al amparo de un policía de las inmediaciones.

No muy lejos, mi hermana también estuvo a punto de llamar a la policía.

Con el tiempo saqué estas conclusiones:

- No se te ocurra quedarte sola en un banco más de cinco minutos.
- Recibe a la noche en compañía.
- Cuidado con escoger a quién le mandas tus sonrisas y demás.
- Que no te atrapen con hechizos de palabras bonitas o conversaciones que pretenden ser vistas como magia.

No permitáis jamás que nadie absorva todo lo que sois, que es lo que nos permite ser lo que somos, un yo, un tú.

viernes, noviembre 02, 2007

¿Castillo encantado?



Había aceptado el trabajo. Periodista de profesión, entrometida (tal y como lo requería su trabajo), curiosa y tenaz no podía dejar escapar la oportunidad de ser la gran descubridora de algo que siempre fue una incógnita, desde que el mundo es mundo; de lo posible llamado imposible, por la incapacidad de demostrarse su valía o su falsedad; ni si quiera los grandes cerebritos de la sociedad pudieron encontrar jamás algo que justificara ese NO rotundo, ante la probabilidad de que existieran tales cosas. Y allí, allí estaba ella, encaminándose hacia ese castillo, dispuesta a eliminar una de las más gigantes interrogaciones que había arrastrado la humanidad, por los siglos de los siglos. Pasaría diez días encerrada en ese enorme castillo, atenta a todo fenómeno extraño que pudiera suceder, bien preparada para documentarlo con cualquier cosa: imágenes, vídeos... ...lo que fuera. Llamó a la puerta y abrió el habitante del castillo, un hombre ojeroso, de aspecto cansado. Su caminar era lento, como si arrastrara un enorme peso en los piés.

- Hay fantasmas por todos sitios... ...los veo, los veo. Me siguen a todas partes. No puedo dormir, ni vivir. Ayúdeme, por favor- pidió desesperado.

- Haré lo que pueda; para éso estoy también aquí, para ayudar- contestó ella.

La inquilina se instaló en la habitación que le otorgó el habitante, no muy lejos de la de él. Por las noches lo oía llorar y gritar cosas como :

- ¡Déjenme! ¡Déjenme! ¡¡¡Por favor!!!

- ¿Por qué me pasa a mí ésto? Dios, ayúdame, que me dejen ¡Por favor!

Y a la mañana siguiente, con los ojos enrrojecidos del llanto de toda la noche, con las típicas ojeras y semblante amargado, la preguntaba:

- ¿No los viste anoche? ¿No los oíste? Estaban por aquí.

¿Qué contestar? ¿Qué decir? Llevaba varios días ya allí y nunca había sentido, ni visto nada extraño ¡nada! Ojalá pudiera serle más útil a ese loco, porque ésa era la conclusión a la que llegó: era un pobre loco hombre, amargado y torturado por su poca cordura.

Una noche de lluvia, tétrica y fría. Como siempre esos malditos espíritus, que se mezclaban con sombras oscuras que él asociaba indudablemente con el mal, le torturaban con su presencia. Daban vueltas cerca de su cama, como planeando el momento en que le obligarían a formar parte de su club, le mandarían al más allá o al agujero más oscuro e ignorado de toda la eternidad, o harían su alma mil añicos o quién sabe si su vida. De repente, de entre ellos, una figura que le resultó increíblemente familiar se dibujó.

-¡¡Noooooo!! ¡¡¡Nooooooooooo!!! - gritó el loco, sollozando- ¡¿Quién eres?! ¡Dejáme! ¡¡¡Por favor!!!

- ¿No te acuerdas de mí? ¿De lo que me hiciste? - contestó la figura- mira en el cajón.

Y el loco fue abriendo cajón por cajón de su mesilla, hasta que llegó al último. Allí, yacía un enorme cuchillo jamonero lleno de sangre seca. Fue, entonces, cuando empezó a recordar.
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Nota: esta historia está basada en hechos reales. No soy fiel a los hechos porque yo no los ví directamente. Se me hace extraño que un hombre viviera en un castillo pero, es lo que me contaron; quién sabe, quizás fuera rico.

Y en algún lugar y en algún momento, que yo exactamente no sé, un conocido mío dijo:

-Si es que, si tú no has hecho nada malo a nadie, no tienes por qué temer.