sábado, noviembre 10, 2012

Amanecer inesperado.





Foto: Lo Pagán. Agosto del 2011. Por Esther. 

- Hola ¿Qué tal? ¿Qué haces aquí? Este sitio oscuro y feo ¡Je,je! ¡Las mazmorras del Infierno! En serio, tía – dijo Alberto.
- A ti ¿qué te importa?- contestó Elisabeth, secamente.
- Me importa ¿Cómo voy a dejar a alguien aquí e irme sabiéndolo?
- Normalmente, a nadie le importa nadie. Algo has venido a hacer aquí, a sacar algún provecho.
-  ¿Por qué dices eso? No nos conocemos mucho, pero no veo nada de malo en intentar hablar contigo. Bueno, te conozco de la academia y te seguí. No venía a aprovecharme de ti.
- Qué bien. Ojalá pudiera creerte.
- Créeme. ¿Por qué estás aquí? Deberías estar fuera, hay tantas cosas que molan mogollón...
- ¡Muchísimas! ¡Ja,ja! Estoy bien. Zarpa.
- ¡Anda! ¿Te veo con grilletes y me dices que estás bien? Tía ¡No me vaciles!
- En serio, si hubiera querido tu compañía ya te habría buscado.
- ¡Anda! Por algo estás aquí. Dímelo.
- ¿De verdad te interesa?
- De verdad.
- Está bien. No sé por qué estoy haciendo esto, pero lo haré, si luego me sirve para que te largues. En la charla... aquel psicólogo... supongo que fuiste.
- Sí, fui.
- Pues, fue ese momento, cuando dijo que de las personas negativas hay que alejarse, que mejor rodearse de las positivas, que son nefastas para la salud. Yo... ¿ves este lunar?- ella se remangó la manga del suéter y dejó ver una mancha roja en forma de signo negativo.
- Sí.
- Pues, nací con él. Mi padre dice que al principio apenas se percibía, pero conforme fui creciendo, las diferentes circunstancias de mi vida, fueron haciendo que se me notara más. Esta mancha de rojo vivo es mi estigma.
- Pero ¿qué tiene que ver todo eso con que estés aquí?
- Todo. Y bueno, de escuchar al psicólogo se me echó la burra.
- ¿Qué?
- Me cansé. De repente, me sentí observada por todos. Fue horrible. La lluvia cayó en mi pecho y sentí empapadas cada entraña de mi ser. Y tú no sabes, qué mal. Un agujero enorme se abrió bajo mis pies y me caí acá y nadie me quiere hablar. No les intereso.
- Bueno, ahora estás hablando conmigo- dijo Alberto con una enorme sonrisa.
- La verdad es que llevo toda la vida viviendo así; Soy Carga negativa ¿Viste mi caída?
- Sí, por eso te seguí. No creo que nadie se diera cuenta. El suelo de la academia es mágico. Eso sólo lo sé yo ¡Je,je!
- ¿Sabes? Y sólo veo en negro. Nada bueno puede haber aquí.
- Vamos, tía. Todo tiene su lado bueno ¡Hay que salir y vivir! Tienes que hacer como yo, que todo me la suda ¡Soy feliz! Mira, siguiendo con lo de antes, yo no pienso como ese tío. Creo que todas las personas pueden ser guays, sea cual sea su condición, y hasta las Cargas negativas tienen sus cosas buenas. No hay por qué dejarlas de lado. Te enseñaré una cosa - dijo, al tiempo que elevaba la manga de su camiseta, y le mostró un signo en forma de cruz- Yo soy Carga positiva. Quiero que veas mi mundo ¿vienes?- preguntó, mientras bajaba la manga de su camisa y se colocaba al frente de la escalera de caracol. Elisabeth lo siguió. Necesitaba creer en algo, aunque fuera por enésima vez.
- ¿Por qué haces esto?- le preguntó.
- Por que te quiero.
- ¡¿Qué?! ¡No digas garabatos!
- ¡Ja,ja,ja! Vale, entonces, diré que te aprecio de verdad.

Ella sonrió y le admiró entre secretos; quizás pudiera llegar a ser como él, algún día; sólo quizás. 

viernes, noviembre 02, 2012

A ti, culpable.


Reto de El foro de Nuncajamás. Esta vez teníamos que crear un relato de una mujer con sombrero. Dejo por aquí mi creación y el enlace para quien se quiera unir a la increíble aventura de escribir y de intentar vencer la Guerra de los retos, que nos habla y nos pide sus requisitos, cada vez con una voz diferente. 
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La primera vez que te vi, estabas en aquel paraje , plantando no sé qué. Bajo el ala del sombrero, irradiaste una sonrisa de sol y, entonces, algo se movió dentro de mí. No le di importancia y seguí, camino del trabajo, en mi cápsula de hierro protectora.

La segunda vez, te encontré casi en el mismo lugar, unos metros más allá. Seguías con la misma indumentaria, sembrando la vida al sol. De nuevo, alzaste la mirada, bajo aquel parabrisas de mimbre, que medioescondía tu cara, y la blanca sierra de tus dientes se dejó ver.

La tercera vez, fue diferente. En el devenir de la ciudad, entre ríos de calles marchitas, tú y yo nos reencontramos. Me miraste. Me sonreíste otra vez y supe que no te podría soltar jamás. Así comenzó todo, en aquel bar; hablamos horas y horas. Al fin dijiste: « Vivo arriba ¿Vienes?». No pude rechazar tal invitación. Mi respiración se movía agitada al subir las escaleras, al entrar en aquel piso extraño; era una única habitación con una sóla cama. Comenzaste a desvestirte. Las piezas de ropa fueron cayendo. Súbitamente, vi cómo unos cables salían de tu espalda. «¿Qué es eso?», pregunté. «Defecto de fabricación», contestaste. Recordé los avances en cuanto a robótica se refiere y salí de allí, corriendo. Reflexioné sobre el amor y su condición humana, sobre sus dificultades y caprichos. El corazón se me infartó y la vista se me quedó sin voz. Dime qué puedo hacer para volver a vivir.