domingo, febrero 28, 2010

¿Estoy preparado para salir con alguien?

Parados en la acera, buscando, encontrando ojos y miradas en los que posar sus palomas de palabras sedientas de oídos que se dignaran a escucharlas, me dieron un libro. Él y yo nos miramos. Sus ojos de papel me suplicaban una oportunidad; yo me debatía entre si tirarlo a la papelera de pena de muerte o, salvarle de las garras de la nada. Él y yo. Yo y él. Pero, de repente, la caricia oscura y gélida del viento, del viento del mundo, me azotó en la cara: esa realidad de aviones vacíos, de maletas que pierden sus ropas del ayer, una y otra vez; de pasos perdidos en el vacío de una nada, de gritos que nadie se molesta en oír. Quizás él y yo pudiéramos darnos una oportunidad, quizás fuéramos la cueva de abrazos del uno y del otro. Así, que abrí los secretos de sus páginas, no sin cierta reticencia. Una sonrisa se dibujó en mí cuando me hablaste con tu sabia voz: parecía que al fin y al cabo no era tan verde. Tú y yo. Almas gemelas. Me pareció increíble tu labor de intentar rescatar almas desorientadas en el mar Inmensidad. Me saludaste con un "¿Estoy preparado para salir con alguien?". Tus palabras me parecieron muy sensatas y pese a que no soy muy amiga de reproducir textos ajenos, me animé a reproducirte en mi casa azul, a dejarte tatuado en las páginas del tiempo.
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¿Estoy preparado para salir con alguien?

Aunque seas muy joven, quizá estés deseando tener a alguien que te haga sentir especial y con quien haya buena química. A esto hay que añadirle la presión de los demás. Jenifer recuerda: " Apenas tenía 11 años y ya me presionaban para que tuviera novio". Brittany dice: " En la escuela no eres nadie si no sales con un chico, no importa quién sea".

¿Y tú? ¿Estás preparado para empezar a salir con alguien? Pero, un momento... Antes de contestar, conviene aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de salir con alguien.

¿Somos sólo amigos?

Vamos a plantearte tres situaciones y una pregunta. Responde con sí o no.

  • Llevo tiempo saliendo con la misma persona. ¿Somos sólo amigos?
  • Me gusta mucho una de mis amigas y yo también le gusto. Todos los días nos enviamos mensajes de texto o hablamos por teléfono. ¿Somos sólo amigos?
  • Cada vez que salgo con mi grupo de amigos, cierta muchacha y yo siempre acabamos juntos. ¿Somos sólo amigos?
Es probable que hayas tenido muy clara la respuesta en la primera situación y que en las otras dos hayas dudado. Pero, ¿sabes una cosa? En realidad, la respuesta en los tres casos debería ser no. ¿Por qué? Porque cuando un muchacho y una muchacha se comunican muy a menudo y muestran interés romántico el uno por el otro, hay algo más que una siempre amistad. Dicha relación, no importa cómo la llamemos, puede cultivarse en público o en privado, por teléfono o en persona. Ahora vuelve a preguntarte: "Estoy preparado para una relación de este tipo?" Veamos tres preguntas que te ayudarán a saberlo.

¿Cuáles son mis intenciones?

En muchas culturas no está mal visto que un chico y una chica salgan juntos para conocerse mejor. Ahora bien, su objetivo debe ser averiguar si esa es realmente la persona con la que quieren casarse.

Está claro que hay jóvenes que no se toman en serio este asunto. Quizás sólo les gusta tener cerca a alguien especial, y el matrimonio es lo último que se les pasa por la cabeza. Puede que algunos incluso traten a su pareja como un trofeo o una joya que exhiben en público para satisfacer su ego. Pero, la verdad es que estas relaciones tan superficiales no duran mucho.

Lo cierto es que cuando sales con alguien, también entran en juego los sentimientos de la otra persona. Por eso deberías asegurarte de cuáles son tus intenciones. Piensa esto: ¿te gustaría que jugaran con tus sentimientos? ¿Cómo te sentirías si te usaran y luego te tiraran como un juguete viejo? Fíjate en lo que dijo una chica llamada Chelsea: " A veces me gustaría creer que no está mal salir con alguien sólo por diversión. Pero sé que no es tan divertido cuando uno se lo toma en serio y el otro no".

¿Tengo la edad suficiente?

  • ¿A qué edad crees que se puede empezar a salir con alguien?
  • Ahora hazles la misma pregunta a tus padres.
Seguro que la edad que tú has escrito es inferior a la que te han dicho tus padres... o puede ser que no. Tal vez seas uno de los muchos jóvenes que prefieren esperar hasta conocerse bien a sí mismos. Pero, hay otra buena razón para esperar y tiene que ver con lo que la Biblia llama "la flor de la juventud". Así se denomina a la etapa de la vida en la que los deseos sexuales y los sentimientos románticos se hacen más fuertes. Si durante esta etapa mantuvieras una relación estrecha con una persona del sexo opuesto, podrías dejarte llevar por la pasión y terminar cometiendo un acto inmoral. Claro, a lo mejor eso les importa poco a otros jóvenes, pues muchos de ellos están deseando probar el sexo. Pero tú no debes pensar como ellos. Por eso, si esperas a que pase "la flor de la juventud", te ahorrarás muchos problemas.


¿Estoy listo para el matrimonio?


Para contestar a esta pregunta, hazte el siguiente autoexamen:
  • Tu relación con los demás. ¿Cómo tratas a tus padres y hermanos? ¿Pierdes la paciencia y les hablas con dureza o sarcasmo? ¿Qué dirían ellos? Piensa que tal como tratas a tu familia, así tratarás a tu pareja.
  • Tu actitud. ¿Eres optimista o pesimista? ¿Eres razonable, o siempre pretendes salirte con la tuya? ¿Tienes paciencia? Cultivar el espíritu te ayudará a ser mejor esposo o esposa el día que te cases.
  • Tú y el dinero. ¿Sabes administrarlo? ¿O estás siempre endeudado? ¿Eres capaz de conservar un empleo? Y si no puedes, ¿por qué? ¿Es por el empleo en sí? ¿Es por culpa de tu jefe? ¿O por algún rasgo de tu personalidad que debes cambiar? Si no sabes llevar tus cuentas, ¿podrás llevar las de una familia?
  • Tu espiritualidad. La persona con quien te cases necesita un compañero espiritualmente fuerte.
Lo que sí puedes hacer.

Nadie debería presionarte para que salgas con una persona si no estás preparado. Es como si justo al empezar un curso, te obligaran a hacer el examen final. ¿Verdad que sería injusto? Lo razonable sería que tuvieras más tiempo para prepararte bien y así poder contestar las preguntas del examen.

Lo mismo pasa con las relaciones románticas. Como bien sabes, este es un asunto muy serio. Por eso, antes de concentrarte en alguien en particular necesitas tiempo para prepararte: necesitas aprender de buenos amigos. Esto te ayudará a forjar una relación sólida cuando más adelante encuentres a la persona adecuada. Al fin y al cabo, un buen matrimonio es la unión de dos buenos amigos.

Esperar no limita tu libertad. Al contrario, te da más oportunidades para disfrutar de la juventud. Además, tendrás más tiempo para prepararte: podrás desarrollar tu personalidad y, sobre todo, tu espiritualidad.

Mientras tanto, sí que puedes disfrutar de la compañía de jóvenes del sexo opuesto, como amigos y en compañía, mejor. Tamara dice: "Así es más divertido. Es mejor tener muchos amigos" y Mónica dice: "Salir en grupo me parece una buena idea porque conoces a gente con personalidades muy diferentes".

Si, por el contrario, centras demasiado pronto tu atención en una sóla persona, seguro que vas a sufrir. Así que no te apresures. Aprovecha tu juventud para aprender a empezar un noviazgo, sabrás mucho mejor cómo eres y cómo debe ser la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida.

jueves, febrero 25, 2010

La vida es happiness.

Cuentan que era una noche de febrero, de un domingo cualquiera o, quizás sábado, de una hora cualquiera, el mar húmedo y silente arrullaba movimientos desvelados y cantaba su nana de algas, espuma, sal...

El cantante X había preparado con esmero y cariño su repertorio de canciones. Horas de día y de noche habían sido consumidas por su entrega total al trabajo que amaba: la música; un tono alto por aquí, otro más bajo por allá... Ahora, no sólo se disponía a ganar su sueldo, sino a crear aureolas de ánimo, diversión y buen rato. Pintaría sentimientos en cada canción, intentando despertar corazones de lirón. Escribiría notas al cielo o estamparía sellos de diversión, todo ello con un toque, a menudo, romántico. Así, que se puso delante del público y al toque de melodía, emitió su voz prodigiosa, esperando que a aquella gente le entrara la manada de sentimientos que transmitía o se contagiara del virus del entusiasmo, como solía pasar. Pero, se equivocaba: aquellas "personas" no se marcharon, ni bailaron, ni nada. Simplemente, se limitaron a mirarle con desprecio o con ofensiva indiferencia, tal y como se observa a un fantasma. "Que le pongan un esparadrapo en la boca", "¿Qué se cree éste? Viene aquí, con sus estupideces románticas...", serían los pensamientos que rondaron por más de una cabeza. Podrían haberse ido si no les gustaba la actuación pero, no, en vez de eso, prefirieron convertirse en monstruosos zapatos para aplastar a la "cucaracha", a ese trobador que se creía el dios del mambo. Que se enterara ya de una vez de que hoy en día, tanto pañuelo de sentimentalismo se había tirado por el retrete. Basta de rollos de escaleras del pasado. Basta de buenos modales, de consideración, de cariño. La vida es happiness, una autopista en la que sembrar preservativos, juerga y alcohol. Sentémonos en el crucigrama de un pasatiempo, sonriamos, encontremos "herramientas" útiles que engorden nuestra alegría y después, cuando el aburrimiento de bostezo empalague nuestros sentidos, cuando encontremos otro juego mejor para saltar a la comba, tirémoslas, arrojémoslas en la cuneta de un desierto.

X se tuvo que marchar, después de que pusieran una música bullanguera que hablaba de pastillas, sexo, tú me das yo te doy... Entonces, el grupo de animales, comenzó a bailar eufórico, con entusiasmo de fuegos artificiales. X se iba, sí, decepcionado, cabreado, triste pero, ¿qué importaba? La vida es happiness, ¿quién dijo que hubiera que escuchar las tormentas ajenas? Mientras los cerdos estuvieran alimentados, no habrían lágrimas de sal. Lo gracioso, es que se alzan al cielo, predicando la magestuosidad de la especie humana, gritando su independencia frente a otras especies, cuando en realidad viajan en su mismo barco o, quizás peor, porque sólo son naúfragos, naúfragos de un remolino engullente de ausencias de gravedad.

martes, febrero 23, 2010

Domitius y el nadie.

Nadie sabía nada de Domitius: hacía dos noches que no aparecía, como si éstas hubiesen estirado sus brazos de negro somnoliento y lo hubieran dejado caer en el cielo de los dioses; se empezó a extender la creencia, entre unos pocos, de que era un dios que había decidido convertirse en estrella, en concreto, en ese diamante que destacaba en el manto enjoyado de la noche y que había aparecido no se sabía cómo. Muchos le recordaban y tejían y creaban baúles de secretos pensamientos llenos de un único deseo: volver a ver a Domitius, volver a sentir el viento huracanado en las entrañas, el escalofrío de rocío que recorre la piel cuando el eminente peligro acecha al héroe, peligro que él sabía saltar con un siempre y una sonrisa.

Domitius era El Glorioso, El Insigne, El Grande. Ninguna bestia se le resistía: ni el más fiero león, elefante de montaña, oso de mole, lobo pesadilla ... podían interrumpir las victorias de su espada. Pasaba lo mismo con los hombres, que tras asomarse al balcón de la valentía, recibían el rayo de muerte, aunque bastantes de ellos se salvaban: tanto gustaban las batallas de Domitius, que muchas veces la multitud enfervorizada, pedía clemencia para su oponente. Así era como Domitius mataba la mosca pesada del aburrimiento que acosaba a aquellas gentes. Y así salía: con la sonrisa del triunfo por bandera, una cantidad de pequeños espejos de sol y un horizonte de liberto que cada vez creía más cerca. Y entonces, las manos se alzaban, hablaban los vítores y cantaban los suaves suspiros de las damas, en vanos intentos pero, deliciosos, de alcanzar al dios. Pero, como dije, quizás aquello no se volvería a repetir: Domitius había sido secuestrado por un ocaso de silencio, de silencio de un posible "adiós".

El nadie ocultaba una doble cara, antagónica, antagonista y nadie lo supo. Alguien se escondió tras la puerta oscura de muros secretos: un grupo de hombres saboreaba un líquido viscoso, salado, de lágrimas de rubí.

- Menos mal que le pillamos en el camastro y ¡dormido! Tuvimos suerte de clavárselo en el lugar propicio.

- Sí. Ahora saboreemos su sangre. Dentro de nada seremos tan fuertes como él ¡Como toros! ¡Brindemos!

Las modestas copas chocaron entre sí.

- Pero, ¿cuánto tardará esto en hacer efecto?- preguntó el más joven.

- No sé. Pero, no nos preocupemos de eso ¡ya se verá!

- Si no os importa, voy a darle un poco más de sangre a mi hija, antes de que se coagule más, a ver si se cura con este líquido milagroso. Mejor que no le falte.- dijo Kaeso Milonius Brutus.

Aquellos hombres estaban felices: habían escrito el final de una vida pero, por el bien de un pequeño trozo de humanidad.

domingo, febrero 21, 2010

Despierta y verás.


Deviantart

No sé cómo sucedió, pero mis manos, mi cuerpo, mi ser fueron apagándose como la luz del faro que duerme al dejar caer la mañana su vestido azul. La rigidez fue recorriendo cada mísero centímetro de la autopista de mis venas, atrapando cada minúscula partícula de vida que bailara sobre los tejidos de mi existencia. Los músculos fueron amodorrándose, trazando movimientos cada vez más baldíos, sumiéndose poco a poco en un coma de túneles oscuros, hasta finalmente, convertirse en la sólida madera de un mueble inerte. No saben lo horrible que fue descubrir, un buen día, la firmeza de esa textura, de esa horrible cáscara marrón sustituyendo mi piel melocotón, pero lo peor no fue eso, sino descubrir que mi corazón, la voz de sus latidos, había sido acallada por una oquedad inesperada en el tiempo; había perdido mis sentimientos, que habían volado, conquistado cielo y trazado el espejismo fugaz de las virutas de humo. Supongo que es lo mismo que le pasó a esa gente que dibuja estelas fugaces de pasos sobre los valles de asfalto, exhibiendo su letrero de indiferencia ante el rostro oscuro, diabólico y maquiavélico del mal. A veces, son autores de sonrisas y fuegos artificiales de felicidad que relucen en el aire, pero mayoritariamente, son escribientes de lúgubres páginas de oscuridad que llorarán lágrimas de lluvia que marchitarán los suelos fértiles que miran al cielo, sedientos de primavera. Pero, ellos no notan las diferencias entre el cálido abrazo del sol o la fría bofetada de un horizonte de invierno; poco a poco, caen en la intoxicación viciada del mueble, en la apatía de una rutina marcada por sus intereses individuales y las huellas de una ceguera selectiva de ambientes. Acaban encerrados en la habitación de sus mundos, al igual que lo estuve yo. Estos habitáculos no necesitan ventanas, ¿qué puede tener de interesante para un mueble mirar los campos ajenos cuando perdió la capacidad de ver más allá de su territorio?

Ayer, fue diferente: un rayo maravilloso me despertó de mi ensimismamiento eterno y aprendí de nuevo a distinguir entre el gélido aliento del invierno y la risa radiante del resplandeciente sol. Fue con la mujer que veo a veces, sentada en el frío suelo del puente. Sus manos, astilladas por el aire helado se recogían sobre su falda maltrecha, en un vano intento de protegerse de la furia del tiempo. Una aureola habitual de abandono la envolvía como un amigo fiel. Muy cerca de ella descansaba un modesto trozo de tela, mendigando clemencia. Por primera vez en mucho tiempo, sentí la desolación, que volvió a hacer vibrar las cuerdas de mi guitarra olvidada. Extendí mi mano dentro del bolsillo, saqué mi cartera, reabrí sus secretos y arrojé sobre la tela el billete de 50 euros. Luego, le indiqué la ubicación de un lugar de acogida donde podrían darle cobijo y comida. Ella me respondió con una sonrisa enorme y chispas de arco iris en los ojos. Luego, tiempo y espacio, nos hizo perdernos de nuevo en nuestros propios caminos. Pero, instantes después nada era igual: mi cielo se había llenado de enormes globos de sonrisas, que aunque fueron momentáneos, me llenaron de felicidad. Fue entonces, cuando supe que mi corazón volvía a latir. Había dejado atrás, la firmeza de mi insensibilidad, la robustez de las puertas de ébano. Supe que no había profesión más bonita que la del constructor de sonrisas. No pueden imaginar qué paisaje más hermoso acarició el cielo de mis días. Si quieren verlo, sólo tienen que actuar y luego, estar atentos para que no se les escape ese momento de estrellas fugaces, pero que al fin y al cabo, son pedacitos de felicidad. Porque la felicidad no es una meta, no es un puzle acabado. La felicidad son momentos. La felicidad es magia. No la dejen marchar.

domingo, febrero 14, 2010

Día San Valentino.

- ¡Qué viene Día San Valentino!- gritó el mundo.

La gente ondeaba sus pañuelos en el aire, muchos de ellos vacíos de luz o con flores agonizantes que se perderían en el tiempo. Otros muchos jugaban a dos bandas, jugando a un dos e incluso a un tres, un cuatro y quién sabe a qué más - no sé cómo se las apañarían para que otros ojos de destino, no vieran la multiplicidad de sus ondas. Y otros, simplemente, se habían sentado en las faldas del monte, por estar, por un sí... Sólo unos pocos lanzaban al aire sus pañuelos de brisa fresca, de cariño sincero, aunque pudiera faltar ya el perfume Pasión; sus almas bailaban entre las nubes del silencio, se entremezclaban día a día, sin necesidad de que viniera Valentino. Eran las palabras de día, de noche. Eran las ausencias compartidas y el abrazo invisible que amortiguaba las caídas. Éstos últimos, eran una especie en extinción, absurdos soñadores que no vivían las modas del hoy.

Día San Valentino miraba mentiras y verdades ;nunca tuvo la capacidad de discernir entre lo fantástico y lo real, sólo entendía de carteles ocupados y vacíos. Día San Valentino, sonreía a muchas personas, con sus dientes de caramelo, bombones y otras chorradas variadas; era un gran negociante. Lo es. Pero, no sonreía a aquellos que se habían perdido en el portal de las brumas. Sin embargo, con su presencia se empeñaba en hablar de mundos extraños, amores más allá de los arco iris del hogar. ¿De verdad creía que los habitantes de lagos oscuros le iban a creer? El mundo es un político con bonitos discursos pero, nada más ¿En serio cree que el que le quita su disfraz le va a creer?

Día San Valentino se fue, se va, se pierde hacia un Polo norte de 365 días. Luego, despertará de su letargo y seguirá poniendo en práctica su increíble labia. Algunos le creerán; muchos otros, no ¿Realmente, tendrá él la culpa o la tendrán las páginas de los diarios?

viernes, febrero 12, 2010

Manos.

La luna nos escondió y nos encontró.

La temí; trazó una línea de teléfono inútil. Se descontroló y aceleró el paso. La garra de la tormenta nos envolvió y el alfiler de un rayo nos llevó a orillas opuestas. Las lágrimas cayeron secretas por las laderas de mi rostro, escondidas en el abrigo de la noche, de la ventana noche, que saludaba con su ritmo de estrellas. La lluvia y la tristeza tiñieron senderos perdidos, ausentes, despistados entre bosques silentes, mientras unas voces lejanas y cercanas, afirmaban que era mala. No era fácil descubrir si era verdad.

El camino nos perdió y nos encontró; ahora descubro que no somos tan diferentes: en su espejo se trazan, se confunden, pequeños lagos de mi existencia. Ella me mira, deja de lado el vapor del pasado y dice:

- Qué frío que hace hoy, ¿no?

- Sí, bastante.- le contesto, siguiéndola el juego.

Y sus ojos escrutadores, examinan el trabajo.

- Pero, está bien, ¿verdad?- le pregunto.

- Sí, pero, lo entiendes ¿no? ¿No tienes ninguna duda?

- No.

Así pasamos los días de calendario, cruzándonos en el reloj: ella intentando restar sus gritos y sus malas formas; yo intentando vestirme de mar. La cordialidad juguetea con sus gasas y nos envuelve con sus vestidos de baile, aunque ambas no lleguemos a la meta. Y descubro que ya no es enemiga y que las manos de hierro amenanzante también pueden romper su cristal. Las manos tienen la asombrosa capacidad de reencontrarse, de ser llave y cerradura, de rescatarse de ellas mismas.

martes, febrero 09, 2010

Algo raro.


Devianart.

Pueden que digan que sea un monstruo. Puede. A veces, camina por las calles, con pies de zombi, de piedra, de losas incómodas, perezosas en huracanes del tiempo. Y se sienta en la luna y se aleja en un mar de cintas celestes. Baja. Sube. Se va. Vuelve. Pero, últimamente le pasa algo: olvida las maletas, las maletas de mariposas, de rojo, de lluvia. No están. Se perdieron. Se quedaron en alguna estación extraña, durmiendo, esperando en esperas de olvido. Porque ha visto demasiadas espadas, las ha sentido, las ha oído vituperar en el aire. Ha vivido el sonido sangrante de los afilados cuchillos que muerden corazones. Antes, le dolían. Notaba el sabor a sangre, sangre de melancolía, sangre chillante, sangre de gotas de noche. Pero, ya no lo nota; tantas heridas lloraron, que se gastaron sus lágrimas, sus voces de silencio. Han volado las mariposas, los rojos, la lluvia, ¿para qué llevar maletas vacías?

Es raro caminar así, ligera, cuando los brazos estaban acostumbrados a abrazar, a sentir el peso del montacargas de flores, de nieve. Ahora simplemente se abandonan al vacío, aunque así, al menos, se respira el silencio de los árboles y los lenguajes secretos, que vuelan por el viento y cuentan sus cuentos.

Camina sin maletas y se siente muerta. ¿Cómo pueden los demás caminar así? ¿Quizás duermen en sueños? Ojalá fueran nubes las que hablaran por las mañanas.

martes, febrero 02, 2010

Pueblo extraño.

Se cansó de pasear en ese pueblo extraño. Se había parado en cada puerta de lluvia, dejando un ramo de flores y quizás algún pedacito de algo que no podía o quería aún identificar. Pero, cuando el diluvio le alcanzó y empapó sus ropas, sus ropas de viento y de vida, se encontró esas mismas puertas cerradas, aquéllas en las que se habían dibujado cortinas de paz, de mar, gracias a sus pasos cercanos. Sólo se abría alguna, medio tímida y sigilosa, con el único propósito de satisfacer su interés y de ser alimentada como el polluelo desesperado que chupa con ansia el gusanillo que le da la madre. Pocas aberturas de pared, se abrían por el mero placer de dibujar sonrisas y soles de cabellos dorados. Pocas eran gratuitas, simples, genuinas. Pocas tenían efecto boomerang, brazos abiertos, cartas de correspondencia; era un pueblo extraño, como dije. Quizás miró en el lugar equivocado y desperdició energías y gritos de nudillos en algunas puertas que sólo devuelven silencios y las voces ahogadas, cansan. Puede ser que se fijara más en ellas, puertas calladas e insípidas de contenido, puertas de agujero, agujeros de diccionario, de gravedad, de existencia, de luz. Agujeros negros de espacio. Había derramado tantos vasos de energía, que apenas llegó ésta a las puertas verdaderas: aquéllas en las que se adivinaban los bailes de luz. Aquéllas en las que olía a leña de hogar. Aquéllas que con sus brazos abarcaban playas de infinitos. Se había desviado del camino; una oda equivocada, paraje desubicado. Ahora trataba de aunar energías de bosque y hierba fresca, sólo para aquellas puertas, las especiales, las de abrazos de sol. Seguirían dibujándose pasos de caballero y sería pluma porque al fin y al cabo, siempre había sido libre.