viernes, mayo 07, 2010

Entre sueños.

Cada rostro esconde un rastro de secretos, una estela de luces de existencia, que las bocas no siempre saben despertar. Páginas durmientes. Pequeñas secuencias cinematográficas de los rincones vacíos de un recuerdo, habitante del misterioso país del corazón.

Un error, un error de memorias, de aire, de fuego. Y el eclipse del perdón ya está, allá arriba, en el firmamento. El sol lucha por salir, por mostrar su sonrisa de dientes de oro, pero siempre se interpondrá la cara oscura de un recuerdo: se puede perdonar, pero no olvidar. Por lo menos, las mareas callarán, atrapadas por el ensueño de un espejo de cristal, al menos para Juan. Porque él, un señor de la noche, ha acudido a él. Se ha metido a hurtadillas por la puerta de un sueño; ha conquistado cada centímetro de pensamientos subconscientes, para conseguir su pedacito de cristal.

- ¿Me perdonas por todo lo que te hice?

- Sí, te perdono, papá.

Perdón por los golpes y por el frío invierno de un banco vacío de sol.

Ahora, ambos duermen en la tranquilidad de unas palabras de pájaro: se escribió el punto y final.

El padre regresa al motel de los recuerdos: El Más Allá; el hijo a los pedacitos cotidianos de una vida.