viernes, marzo 27, 2009

Asómate al reloj del mundo.



Parece increíble el cómo podemos ser como muñecas de cartón: teñimos el mundo con la huella de nuestros días y la realidad está ahí, arriba, volando, por algún lugar. Algún día esos zapatos dejarán de imprimir marcas sobre el papel del hoy, de nuestro hoy; tu hoy distinto del mío, aun aunque pueda compartir un pequeño matiz.

El tiempo corre y se silencia en nuestras mentes. El tiempo es un jinete veloz que ni tú ni yo podemos parar. Nos lleva por caminos distintos y a veces por los mismos. Un encuentro o una despedida. Un beso o una bofetada. Un sueño o una realidad. Una lágrima que corre por tu mejilla o una sonrisa que abarca todo un Universo. El tiempo nos tiene bien amarrados y corremos, corremos a todo momento, da igual incluso que seas paralítico; no puedes escapar ni a las páginas de acontecimientos ni a sus pasos sin pausa, directos y seguros.

Nos creemos con independencia y trazamos nuestros actos en nuestros horizontes pero, hay cosas que no se pueden controlar, que vienen, que van... Un día estás y al otro ya no.

Tengo que guardar un bonito mapa de recuerdos en el baúl de mi alma, para cuando tenga hambre, frío y sed y cuando eso ocurra, espero acordarme de ellos. Son alimento de días sin sol o excelentes compañeros de viaje, que te dicen en todo momento quién fuiste pero, también quién eres. Entonces, mirarás a las estrellas y sabrás que aún eres.

El tiempo corre, lo creas o no, sino, asómate al reloj del mundo.Gracias, tío.

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P.D : aprovecho para decirles que esta fue una bonita experiencia para mí y que si me voy sin avisar, ya pueden sospechar por qué. Creo que en caso de que me fuera, esto merecería una despedida. Pero, de momento, no pienso irme :)

martes, marzo 24, 2009

Bajo el abrigo. Solución.

A veces, el frío cae sobre tu espalda, aunque haga calor, frío cortante, que rasga, frío y soledad de silencio, de secreto.El día se torna gris y cae sobre el balcón de tu estancia, puede que con razones o sin ellas. Y ves la lluvia que se desploma en el suelo y parece que nunca quiera parar de llorar, bien con el negro de la tristeza, con la acidez de la impotencia, con la sangre del dolor.

Te paseas por las tiendas de moda y muchos son los abrigos que te pueden saludar desde sus escaparates de la vida: de toda clase. No dudo de que también son reconfortantes, encantadores hasta cierto punto, pero jamás he visto uno tan eficaz como el de mi armario. El de mi ropero tiene nombre propio, se llama Familia. Mientras que los otros pueden no tener garantía asegurada- quién sabe- éste sí que la tiene. Casi todos suelen tener un verdadero abrigo de Familia, pero no siempre lo vemos. Somos afortunados de al abrir el armario, poderlo encontrar ahí y poder recurrir a él bajo su refugio en los días en que un aire glaciar abofetee nuestros cuerpos, porque no todo el mundo lo tiene. Hay abrigos que tienen un vínculo especial y ni la distancia ni el tiempo pueden con ellos, eso creo que dicen las estrellas.

Aquel día, no lo necesitaba especialmente, pero lo sentí igual, porque creo que sí que tenía los ojos abiertos. Fue una tarde agradable. Seguimos soltando palabras al viento, tratando de dar con la clave de ese acertijo que os conté en el anterior post.

- Es muy sencillo- respondió finalmente el pillín.- Alguien me coge en brazos y me lleva hasta el vaso. Yo no soy el que entro. No me molesto, ni piso el suelo, eso lo hace el otro por mí. A mí simplemente me llevan.

domingo, marzo 22, 2009

Adivina, adivinanza ¿Quién será el ganador?


Villajoiosa, España (2008)

El buen tiempo empieza a abrir los ojos, como siempre lo hace año tras año, primavera tras primavera. Y lo llena todo de vida y de color: la gente, animada, dibuja esferas de movimiento en la semiluna del mundo y se deja seducir por el cálido abrazo del tiempo. Caminamos... Somos pinceles, pinceles de vida de una ciudad dormida por el invierno.

Parte de mi familia lejana, también se deja acariciar por este aroma mediterráneo que ha dejado su furia de invierno atrás. Esa personita, siempre nos trae regalos, sin esperarlo, sin necesitarlo. Me abraza, me colma de besos y no me siento muy capaz de responder con lo mismo.

- Están muy guapas y muy majas- ella siempre dice algo así y su mirada es un cúmulo de amor.

El otro, siempre nos sorprende y entretiene con su ingenio. Su maleta de refranes, chistes y acertijos es su inseparable compañera.

Nos sentamos en una cafetería. Desde afuera se puede ver la barra. El mar azul turquesa nos mira y nos susurra al oído. Él se prepara: dibuja en su cara esa expresión pícara, típica de cuando quiere lanzar un nuevo ataque de espada. Dice:

-He pedido una cañita de cerveza. El vaso ha quedado dormido sobre la barra: el camarero no me lo ha querido traer. Yo estoy aquí fuera, sentado y el vaso ahí dentro, esperando a que vaya a por él pero, yo no quiero ir ¿Cómo puedo beberlo sin entrar y sin que nadie me lo traiga?

- No puedes- me parece oír a alguien.

- Sí. Hay una forma.

Nuestras cabecitas locas, empiezan a bullir, a trazar incluso soluciones inimaginables. No tenemos ni idea. Os pregunto: ¿cuál creéis que es la solución?

P.D: Al final el pillín habló. A ver si acertáis. La solución, en el próximo post.

miércoles, marzo 18, 2009

Canción de primavera.



El señor de cabellera dorada sonríe desde arriba, cada vez con más fuerza, envolviendo nuestros cuerpos en su cada vez más cálido abrazo. Pero, puede que algún día retire su abrigo y despida un temporal adiós. Por eso, un armario, un armario con ropa engullida, ropa de toda raza, condición y color, puede ser un gran problema para algunos, una gigantesca y absoluta interrogación. Te paras, te plantas frente al armario, desafiante, y te mira y le miras. Le preguntas, te preguntas y no sabes. Y te vistes, intentando dar con el acertijo del tiempo. Días locos que emiten carcajadas al viento, como una vil burla, hasta que la diversión se convierte en costumbre y la costumbre en irremediable conocida y es entonces cuando se pierden por el horizonte.

Nacen flores de abril, de mayo, de marzo... Pintan el mundo con sus alas de acuarela. Y cantan y bailan con el viento, susurrando la canción de Primavera. Y los alérgicos tendremos que tener cuidadito: ¡No olviden los antihistamínicos! Pero, salir a abrazarla es una buena idea ¿no creen?
¡Bienvenida, primavera!

domingo, marzo 15, 2009

En busca de un gran rey.



Un pariente mío y su familia nos hacen una visita. Viene, se sienta, se sientan. La conversación va fluyendo, lenta, sin pausa, pero con la suavidad de un joven riachuelo. Y fue en ese momento, cuando de repente, saca un regalo que tenía muy bien guardado bajo el brazo, experiencia de una conocida suya: es un viaje, un viaje a África. Y así nace la historia que les voy a contar a continuación. Así viajo y así sueño.

Marian y su pareja al fin habían roto el espejismo y de un golpe seco y rotundo habían hecho añicos el cristal de irrealidad ¡Al fin estaban allí! Era tan hermoso... ¡África! ¡La gran África! Una sensación extraña envolvía cada uno de sus cuerpos como un gigante abrigo protector: era la naturaleza salvaje en su estado más puro y el tiempo, ese tic tac incesante y ajetreado que tan bien habían conocido en Europa y que ese día, cuando partieron, les había dicho adiós y ellos ni si quiera se habían dado cuenta. África era así: mágica, natural y pura como ella misma. A África no parecía importarle mucho las horas, eso pensaron ellos, quién sabe si equivocándose.

Allá, a veces cerca, a veces lejos, las chozas salpicaban el paisaje y se dejaban ver con sus hermosos vestidos estampados de sencillez, a veces incluso junto a las un poco más acomodadas estancias para los turistas que levantaban sus cabezas quizás orgullosas.

Un Jeep, otros turistas y un agradable guía formaban parte de sus días allí. Y el Jeep, que a veces, sin querer queriendo, imprimía sus huellas sobre el terreno, terreno de libertad y éste que corría libre, kilómetros y kilómetros hasta llegar a la gran valla.

- No salgáis del coche- les había advertido el guía.

Quién sabe a cuántos animales sorprendieron con su presencia o ¿no deberíamos decirlo al revés? Búfalos, cebras, ñus... La cámara era una buena compañera de viaje, sin duda: capturaba momentos, espacios, gotas de tiempo y las convertía en eternidad, siempre lo hace. Y de repente, ahí estaba un todoterreno animal : ¡un elefante! ¡un elefante grande y hermoso!

- ¡Paren el vehículo! ¡Párenlo ya! ¡Por favor! - a Tim se le hincharon los pulmones. Todo aquéllo era majestuoso, tanto o más que la más lujosa corona del Universo y no estaba dispuesto a tener que quedarse más en el Jeep si podía admirar esas maravillas de más cerca. Se bajó de él de un brinco, pese a los reproches de sus compañeros y del guía, avanzó incontables pasos y se puso frente al animal. Éste barritó pero, el ruido fue tan fuerte, tan estruendoso, tan brutal que no hubo dudas de que estaba realmente enfadado. Entonces, su pesado cuerpo empezó a correr a correr y a correr como pocas veces lo había hecho, como un gigantesco y terrorífico monstruo.

- ¡Socorro! ¡Socorro!- Tim también corrió como si se le fuera la vida en ello y como pudo saltó al Jeep. Todos rezaron para que pronto el enfurecido gigante quedara atrás: el Jeep no tenía cristales en las ventanas ni puertas delanteras. Y al fin, el deseo se cumplió, se cumplió porque tenía que cumplirse.

Sí, pese a todo, todo aquéllo era de una belleza increíble, tanto que las cámaras, los vídeos y demás, por más que intentaran capturarla, sólo lograban hacerla más imperfecta. Sí, todo aquéllo era magnífico pero, ¡no habían visto al llamado Rey de la selva! ¿Dónde se había metido? ¿Contarían que estuvieron en África y que no vieron ningún león? ¡Cómo! Pero, cuando las esperanzas ya habían arrojado sus pompones de animadoras y habían bajado sus brazos muertos de ilusiones, el guía anunció:

- ¡Mirad! ¡Huellas de león!

La oscuridad ya caía, negra como el azabache y no había, como era natural, ninguna luz que la arropara, sólo las débiles luces del Jeep, sólo eso. Hija solitaria, hija de la más sincera noche. El guía se limitó a seguir las huellas con mucha calma y meticulosidad.

- Ahí lo tenemos.

Un león medio dormido apareció de la nada.

- ¡Eh! ¡Eh! ¡Estoy aquí!- lo llamó.

No sabe lo que pensaron los demás pero, Marian, apenas se atrevió a mirar. Se encogió sobre su cuerpo aterrorizada y así permaneció unos interminables segundos, minutos, qué sabe ella, hasta que vio que no pasaba nada. Alucinaba: era increíble ver cómo aquel hombre se plantaba delante de la fiera, bien firme y derecho como si estuviera ante un dulce minino. Y el "dulce" minino se levantó y le miró impasible, a él y a todos los del vehículo, que tímidamente sacaron sus cámaras y lo inmortalizaron en el tiempo. Y luego, se fue, calmo, en busca de otro remanso de paz.

- Éste ya ha comido- dijo despreocupadamente el guía.

Jamás olvidarán este viaje que ya ha sido archivado en la habitación de sus memorias.

ÁFRICA, LA GRAN ÁFRICA.



domingo, marzo 08, 2009

¿Otro paseo?

-Si es que el cuerpo está hecho para andar - afirma mi hermano.

Y nosotros, lo malacostumbramos, lo maleducamos, a veces por comodidad; otras, porque no nos queda más remedio o ¿serán excusas?

Ayer, por primera vez en mucho tiempo, salí a caminar. Era una mañana agradable en la que en un principio, un viento reboltoso se divirtió despeinando nuestros cabellos pero, después, como un niño pequeño que se cansa de su nuevo juego con sabor a travesura, dejó de susurrar su presencia para largarse a quién sabe qué lugar. Entonces, un calorcito primaveral nos reconfortó, abrigando nuestros cuerpos.

¿El lugar? El pantano de Elche, una localidad situada al sureste español. No era la primera vez que el pantano y nosotros nos encontrábamos. Antes, no era más que un enorme agujero barroso que pedía a gritos un poco de agua, un poco de piedad. La gente se entretenía pasándolo de un lado a otro incluso por el borde de la presa. Hoy, tiene una cara nueva: el Ayuntamiento de Elche decidió darle los mimos que se merece, después de tantos años en los que sufrió el abandono, tan punzante y doloroso, tan letal.

Mi hermano, fue tan amable de dejarme su cámara con la que hice varias fotos, entre ellas éstas (excepto la última). Espero que os gusten.



A penas se ve, pero, en el comienzo del viaje, una línea blanca y brillante rodea aquella porción de horizonte lejana. Mi hermano cree que son nubes bajas que han sido desplazadas hasta el lugar.




¡Cuidado!



Ya falta poco...



¡Paciencia!

Aquí vienen los señores ciclistas.



Desde aquel punto, apenas se podía ver lo que por aquí llaman pochas, una especie de patitos negros que nadaban siempre cerca de los matorrales; quizás una de las razones la descubriríamos bien pronto: de repente, una especie de señores, planearon sobre sus cabezas, interrumpiendo el plácido baño matinal. Eran los terribles aguiluchos.

- ¡Corred!- avisó uno de los patitos y juntos acudieron a esconderse entre los impeturbables matorrales.





Un pie ¿de quién será?





Pasar por aquí, era un poco peligroso...



A nuestra vuelta nos encontramos un fósil (centro de la imagen), evidencia de que en algún tiempo lejano, aquéllo fue mar. Alguien cree que es un triglo no sé qué (así lo dice, ya que no le sale el nombre entero) ¿Alguien lo sabe?
Alguna gente viene aquí a buscar estas pequeñas marcas del pasado.

Nada hay como regalarse, por ejemplo, un enorme paseo de vez en cuando, despojándose de pesos y preocupaciones ¿no creéis?
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No hace mucho, Lunaria me dio este premio ¡Gracias Lunaria!

miércoles, marzo 04, 2009

¿Espejo de futuro?


Mis pasos desandan el camino de la Institución Oficial. Es febrero y de noche. No, no es que sea tarde, pero así es aquí por estas épocas: la oscuridad se adelanta, da una patada al sol antes de lo previsto y se adueña de las tierras del cielo que te miran desde arriba. Te miran, siempre miran.

Este invierno, es especialmente frío en estas tierras del sureste español y en general, en toda la península. Nos arrebujamos bajo capas y capas, tantas que cualquiera diría que parecemos cebolletas. Las voces quejosas se alzan:

- ¡Qué frío! ¡Qué frío!

Cuerpos de levante, acostumbrados a una media normal invernal de unos 9ºC que ahora se ven atrapados en un aire que ronda los OºC; sus quejas quizás sean excusables.

Desde el puente, ahí abajo, una tierra quizás llamada Libertad - no lo sé, tampoco se lo he preguntado- se pierde en las tinieblas de la noche. Alguien que pretende ser río, la ha partido en dos. Sí, tierra y río, se pierden pero, dejan una fragancia, fragancia de humedad que va escalando el aire y se entrelaza con el frío como si fueran amantes y juntos potencian el efecto de iceberg.

Y allí me la encuentro: una triste figura, lejana y diminuta al principio, pero, que poco a poco, conforme avanzo, se hace más y más grande. Una negra tela cubre todo su cuerpo y deja entrever una cara ya muy raída por el tiempo. Sentada sobre el asfalto sin más compañía que un plato vacío que ruega unas cuantas monedas y caen, caen unas míseras monedas y sonríe, dejando entrever las perlas de su boca, ahora grises por la acción de algún agente externo. Junta las manos:

- Gracias, gracias- dice su voz débil.

Sigue el movimiento: los coches y pasos ajenos o quizás distraídos... Y cada vez parece que hay más gente rebuscando entre las basuras: ya no sólo inmigrantes, sino también, algún que otro español.

Me inquieté aquella noche de febrero. Alguien puso ante mí un espejo de futuro, con una vil intención. Hace años supe que podría suceder, por muy extraño que parezca, pero, nunca lo quise admitir. Hoy, el miedo acecha y se convierte en desesperación ¿Engañarán los espejos?