viernes, mayo 30, 2008

Adiós, viejo amigo...



Kati fue la primera en llegar. Recuerdo su llegada: tirada en el suelo, sólo una verja que separaba el balcón del interior de la casa la protegía de unos hocicos husmeantes, ansiosos y desesperados por agarrarla entre sus mandíbulas. Las perras de entonces, fueron las que dieron la alarma con esos ladridos hambrientos, sedientos, de inconsciencia animal. Su cuerpecito frágil estaba paralizado por el miedo: hubiera jurado que era una estatua, sino fuera por la danza inquieta de su vientre (adentro y afuera, adentro y afuera...), era el inconfundible signo del pavor. La compramos una jaula y luego un compañero. Así fue como empezó todo. Y fueron muriendo unos y viniendo otros...

El destino divino o quién sabe qué, quiso que al final quedaran dos machos juntos. A falta de compañeras, la enemistad del principio se convirtió en una grandiosa amistad, tan grande que a pesar de tener de vez en cuando sus picotazos, también tuvieron sus noches de amor, por muy increíble que parezca o ¿sería sólo aprecio? ¿Sería que los humanos malinterpretamos?

La gente que tiene pájaros, los saca a los balcones y nosotros no íbamos a ser menos. Una vida de un pájaro es muy aburrida: siempre la misma jaula, condenados a la misma rutina repetitiva. Sin embargo, es su modo de vida, no saben vivir de otra manera. Fuera de los barrotes, el mundo es un gigantesco ente, donde las cosas parecen y no son, donde el gran habitante es un desconocido, donde los peligros mueven a escondidas sus cartas y esperan el momento oportuno para atacar ¿Por qué no pueden protegerse tan bien? Porque a alguien, en algún momento de la historia, se le ocurrió la "genial" idea de domesticarlos, privándoles de alguna forma u otra de su libertad y con ella se llevó parte de su identidad.

Aquel día soleado, mi padre los sacó al balcón.Desde allí, por lo menos, podrían ver el cielo azul, escuchar el canto de otros pájaros y apreciar los movimientos de una ciudad que nunca duerme, sólo se adormece. Pero, cuál fue su sorpresa, que al ir a por la jaula para llevarla de nuevo a su estático lugar, faltaba un pájaro. Mi pájaro era como el de la izquierda de la foto pero ¿dónde estaba? Se perdió, calló su voz con un adiós involuntario. Lo único que quedó de él fueron unos barrotes forzados con sangre escarlata y unas pocas plumas, evidencia del crimen. Nunca sentí tanta lástima por un pájaro. Y el otro... ...ahí se quedó solo. Me acercaba y él medio cerraba sus párpados, aburrido, en una letanía a su soledad. Menos mal, que luego resucitó con una nueva compañera.

Así, que desde esta experiencia, si me perdonan, advierto a las personas que tengan estos inocentes compañeros: tengan cuidado al elegir el lugar donde ponen a sus pájaros.

Pienso que somos un poco como la causa de lo que les pasó a estos pájaros: siempre pensamos 'esto no me va a tocar' o 'esto no me puede pasar a mí'. Pero, en realidad, nunca se sabe lo que nos puede ocurrir si...

Yo por mi parte, me despido, me despido de ti, mi pajarito:

-Adiós, viejo amigo...
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Doy las gracias a Vale Becker por el premio Arte y Pico y Abril de otoño por el de Blogger Sapiens Award ¡Gracias!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

la libertad lo es todo

amor

JAVIER AKERMAN dijo...

Bonito post.
Es hora de empezar a abrir muchas puertas de otras muchas jaulas.
Un cordial saludo.

Dinorider d'Andoandor dijo...

bonito los pajarillos

acá venden de esos

me recordó algo que me contó una conocida, de que su cernícalo se comió a uno de sus periquitos

aaaah eso de los machos no sé, alguna vez oi de que en los guacamayos amazónicos había mucha homosexualidad pero no sé, creo los malinterpretan, de repente es sólo cariño

Anónimo dijo...

Enhorabuena por los premios, pues son muy merecidos por la sensibilidad que tienes. Algo que se vuelve a desmostrar en tu comportamiento hacia los animales que aquí nos dejas.
En fin niña, a repartir tus premios y a intentar no decir mucho adiós, sino hasta luego.
Un beso enorme.

Dragón del 96 dijo...

Felicidades por los premios.

Yo crio periquitos australianos y muchas veces he pensado en soltarlos, pero se que no sobrevivirán mucho si lo hago. Se dejan querer, eso si.

Slaudos.