miércoles, septiembre 14, 2011

Abejas mayas.


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Llegó un mensaje a las puertas de su casa. Ciertos minutos, segundos - hijos del día, de los instantes, del sol- se pusieron sus inusuales trajes de pillastres. Sabía que ya no debía creer en esas cosas pero, el corazón quiso creer cada letra, cada sílaba, cada palabra perfectamente encajonada en cada una de esas frases. Se hundió en el silencio, expirando una respuesta, intentando jugar con la calma. Ocultó su sonrisa. Jugó con el extraño humo del cigarrillo de su tiempo; era como una extraña mezcla de miedo, orgullo y felicidad y prefirió coger la vereda de la paz ¿o quizás de la cobardía? Son mejores los actos que las palabras y ella decidió optar por esta última herramienta, más poderosa. Quizás debería haber dicho algo pero, no lo hizo.Pensó que era más importante demostrar y que si aquello era real, permanecería. Pero, no lo hizo. A los pocos meses de intercambio intenso de información, de mares de segundo, de silencios hablados, murió.

Algunos dicen que el amor no existe. Otros, lo confunden con una escoba voladora fugaz. Los más científicos, buscan formas para justificar ese naufragio; no siempre es fácil discernir la parcela del amor de la del sexo o, quizás, más bien, no se quiere diferenciar; hoy divierte más ir de flor en flor, ser abejas de panal y para tranquilizar conciencias, deambulares sin sentido, borrachos y torcidos; para llenar vasos vacíos del alma o el sentimiento inconsciente de culpabilidad, quién sabe, se buscan nuevas fórmulas, excusas livianas y de lo más variopintas para disfrazarse de felicidad; el ser humano es un ser creativo y el Universo no conoce límites para su magia. Muchos se convencen de que todo llega a un final. Lo cierto es que el final no es algo externo a nosotros mismos, no es algo que por fuerza de la Ley de Naturaleza humana tenga por qué suceder en las relaciones tarde o temprano. El exterior no escribe las cosas. Somos nosotros mismos los escritores de los capítulos de nuestra vida, los únicos que nos empeñamos en escribir la palabra fin. Así que convéncete: si él/ella te dejó o tú abandonaste fue porque te/le dio la real gana. No hay un elemento externo que dicte los finales del corazón. Sólo uno es el es responsable de sus actos y en consecuencia, del acto que impone el fin: sólo nosotros somos los que escribimos la palabra "fin" o "continuará". No hay tormentas exteriores. No hay excusas.

Métanse ésto en la cabeza: hoy en día los hombres sólo se dedican a coleccionar jarrones de alcoba; mientras la mujer se cree humana. Quizás a nadie, tristemente, le interese amar.

Nadie ama a nadie (Chris Isaak).

Por suerte, yo me crié en un Templo tibetano. Aún sigo allí y mis monjes de sabiduría imperfecta empiezan ya a cansarse de mi estancia prolongada pero, las columnas del lugar, con sus basas, fustes y capiteles, me hablan de un verdadero y eterno amor.
Quizás lo experimenté de una manera distinta y sigo observando esa otra forma de amor que reina entre dos monjes amantes, amantes, sí -con toda la fuerza espiritual que pueda caber en la bolsa de esa palabra, aunque estos ya hayan perdido la pasión física- y que huelo, desde mi perspectiva imperfecta, en sus seres. A veces, ya no hace falta ni observar: sólo hace falta mirar dentro del abrigo, en ocasiones, aletargado del corazón. Así que no me vengan con pamplinas: nadie logrará convencerme de algo contrario a lo que viví.

3 comentarios:

Dinorider d'Andoandor dijo...

Es difícil de encontrar pero está por ahí

David Cotos dijo...

A pesar de todo sigo creyendo en el amor. Se sufre pero se goza.

DE-PROPOSITO dijo...

O amor por vezes é um jogo de interesses! Um; 'de cá para lá, de lá para cá'.
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Felicidades
Manuel