viernes, mayo 08, 2020

Por dos

Llevaba alrededor de cuarenta y cinco minutos mirando aquella película, mirándola sin ver. Desde el balcón observó el mural mudo de la noche con aquellos brazos musculosos acariciando la metálica piel de la baranda. Se encaminó a la habitación y se metió bajo las sábanas uniformes. Ángela sonrió, dejó el libro de Benedetti en la mesita auxiliar y le abrazó la extremidad superior. Sus labios de miel describieron melosos círculos de mimos sobre su piel.

—Te amo, mi preciosa Ángela, mi amor.Eres mi único amor, el amor de mi vida —confesó Marcos.
—Y tú el mío, amor mío —Ángela abandonó el brazo de su marido para rodear todo su cuerpo.

Dos de la madrugada. La música murmuraba la estrepitosa melodía del silencio. Marcos extendió el brazo para alcanzar su móvil.Volumen al mínimo. Se metió en la galería y después en el vídeo y allí apareció Eva; sus manos se deslizaban arriba y abajo sobre su monstruoso miembro, primero lentas, después rápidas; de nuevo, otra vez más lentas. Continuó con cortos lengüetazos sobre el glande para seguidamente, atraparlo entre sus húmedos labios de color carmín. Deslizamientos de manantial. Meandros de placer. La explosión de la lava acrómica de su miembro y finalmente, la tormenta  escandalosa e inmoral que musitaba su clímax al universo.

—Te amo, mi preciosa Eva, mi amor. Eres mi único amor, el amor de mi vida —afirmó casi sin aliento.

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