sábado, febrero 26, 2011

El caballero del éxito.

El caballero del éxito estuvo viviendo en mi casa. A veces se escondía en su castillo particular e inspeccionaba una montaña de papel, una y otra vez, ésa que le hacían construir. Pero, siempre tenía un tiempo para salir, saludar al sol, que como siempre pintaba la pared de añil. Quizás, algún que otro día, su guitarra aullara sus sentimientos de cuerdas rasgadas, mientras él y su princesa eterna la acompañaban,ya fuera por hobby o no; ya se tratara de poner luces de Navidad o de un día rutinario para la poesía.

Le recuerdo feliz, simpático, con esa despreocupación aparente, sus juegos conmigo, su abrazo más cálido (aunque fuera invisible).

- ¡Chachi piruli!- puede que me dijera y cruzábamos los dedos.

Aquello fue cambiando. Quizás todo empezó en esa playa, cuando me llevó a disgusto por primera vez; los niños pegan estirones y se convierten en seres gigantescos y una manta de coral los va solidificando con el pasar de los años; la plancha ya no funciona igual sobre la piel; el viento nos empuja un pasito más adelante, más hacia allá y las circunstancias también van limando nuestra piel, impregnándose en las capas más profundas del ser. Otros nuevos niños vienen a ocupar el asiento de tu infancia, a disfrutar de la primera fila de esa tele de plasma que echa la película Felicidad.

Un día, El caballero del éxito tocó los montes más altos de estrellas,convirtiéndose en fuego artificial,creando la posibilidad de ser admirado por cuantos quisieran mirar. El caballero del éxito, tras conseguir ese gran salto, se fue: siempre tuvo claro sus objetivos y tenía algo importante que hacer, algo que terminaría de llenar su imperturbable esfera de paz.

Aún le veo, de vez en cuando. Sigue tocando las estrellas, sigue el ímpetu de su coche, salvando obstáculos- de la forma que yo nunca fui capaz de hacer. Conservo ahora un objeto, que me dio en un pasado cercano, dorado y que cabe en la palma de mi mano, es un objeto misterioso y que él me aconsejó que guardara bajo la llave del secreto, ya que los malos pensamientos pueden nadar sobre él, un objeto que tiene su propia magia.

El caballero del éxito y yo compartimos ciertas páginas de historia pero, pese a ello, el divino y legendario tiempo, no quiso concedernos las mismas gracias, al parecer.

Aún hoy, el eco de un sonido enunciado suena de vez en cuando entre los espectros del pasado:

- No permitas que nada ni nadie te aparte de tu camino - fue la frase que me dejó; un eco la trae a la senda del oído travieso de un recuerdo.


6 comentarios:

Esther dijo...

Todo cambia, a veces incluso nosotros mismos; todo alrededor, incluso las calles tienen algo distinto. A veces me resulta extraño: sigues siendo el mismo y al menos tiempo no lo eres.

Saludos.

Esther dijo...

¿Me dejaría una clave?

Más saludos.

abulico dijo...

Puede ser que fuera una clave lo que te dejaba; los que se van siempre nos dejan una lección. Deber nuestro es averiguar de qué se trata.

Dinorider d'Andoandor dijo...

a veces los caminos son bien raros

Pugliesino dijo...

del camino que tú elijas. El eco ahora suena completo :)

No cambies.

Feliz comienzo de marzo!

Pugliesino dijo...

He de ponerme al día con lo que llevas escrito y lo leeré, pero me alegra saber que no dejas de escribir.
Fenomenal Esther, sigue así!