miércoles, julio 21, 2010

Él... Ella...

ELLA.

Siempre su apellido sale de su boca: es como el caramelo que absorbe los sentidos y endulza los labios, las palabras, la vida. Un corazón aletea contento al sonido de una canción; la música, su voz... que entra flotando con su vuelo de hada y arroja sus destellos de estrellas fugaces. Una calle es la excusa de un encuentro causal; un teléfono, un recipiente de esperas y de dudas. A veces, las arañas del pensamiento cuelgan del techo, importunando su sueño, arrojando estampas de fantasía y Ella las coge con las manos porque está muerta de sed y de las ilusiones también se vive.


Va a su trabajo, escribiendo un de vez en cuando "para que no se asuste..." , eso dice Ella. Le trae un regalo de algún reciente viaje, regalo que él agradece con la bonita sonrisa de una formalidad, pero los cortinajes del amor le tapan la cara. ¿Qué esconde este hombre? ¿Qué querrán decir sus ojos? Estudia el mapa de su cara, de sus formas, de su cuerpo; de repente, se ha convertido en una especie de investigadora, de agente secreto, de niña que juega a coleccionar las pistas de un secreto.

ÉL.

Se embarca en el buque del trabajo hasta las ocho de la tarde. A veces, viene Ella, una persona agradable, una televisión, un libro parlante, quizás, que le proporciona un poco de distracción, aunque, en ocasiones, le aparta demasiado del deber ¿no se da cuenta? Pronto las sábanas de la noche le envolverán y el aroma bohemio de las copas y la fiesta invadirán sus sentidos. Subirá a la montaña del escenario y conquistará el mundo.


EL GRAN DÍA.

¡Canta en la ciudad!


Ella es la flor que destaca en el jardín: su cuerpo está cubierto con elegantes pétalos de girasol entremezclados con pedacitos de noche, mientras que los demás prefieren las capas de lo común. Dos pancartas que apenas se atreve a mostrar. Una ruta en la memoria, unas canciones y unas cuantas carátulas. Ella estudia de nuevo el libro de su voz, de su música, de la dirección de sus ojos... " ¡Sssh!", dice ayudándose de la mano: mi hermana ha interrumpido su minuciosa tarea. Una chica se coloca delante del escenario y durante unos instantes, bate las alas de su descaro.


Él termina su ritual y se esfuma, se difumina tras el telón del tiempo. Ella espera impaciente, mirando de un lado a otro, la salida de la "deidad"; mi hermana se sienta en el sillón del aburrimiento; yo prefiero abandonarme a la sonrisa de un baile.


Al fin sale El Faraón, saludando cortesmente a su pueblo y se convierte en pelota, pelota que pasa de unos a otros, para ser inmortalizada en un momento pero, no se da cuenta de una cosa: de esos ojos que le miran, que le siguen como caricias en la piel, como rayos láser ineficaces, que si pudieran bien que atravesarían sus puertas secretas. Y ella espera, espera y mendiga por un instante, un beso, una palabra. Espera y no es vista; se hunde en el mar de la inexistencia, que aniquila su figura con sus terribles fauces, marcando el posible mordisco de una futura tristeza pero, ella no quiere ver...

EN VERANO.

Ella sigue esperando, trazando estelas en el aire, bebiendo sus sorbos de fantasía.

De él nada se sabe: se perdió en la tormenta de un ayer.

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Hay eclipses que se esconden en la mirada; hay flores que nunca se cansan de esperar el abrazo de un sol; tanto, que a veces mueren marchitadas, mustias, incoloras, por un espejismo dorado.