
Quizás, ya no hubiera pensado mucho más en aquel extraño suceso si no fuera porque, en un foro, vi a alguien interesado en los gnomos. << (...) esos pequeños hombrecitos que te quitan las cosas y otras veces te las cambian de lugar...>> Esas palabras en especial, resaltaron sobre las demás.
Recuerdo que tendría unos 16 años. Yo estaba en clase, sentada en mi pupitre, acostumbrada a la rutina que me tocaba todos los días. Sonó la sirena : tocaba recreo.
- ¿Qué me tocará después?- pensé desinteresadamente. Todo lo que debería saber que me esperaba, se había borrado de mi mente ¿Por qué? No lo sé. Quizás fue que acababa de empezar el curso y no me sabía el horario de memoria (lo más probable) o, quizás fuera porque la espesa niebla de la rutina o del despiste, habían acabado por minar mi cerebro. Tomé la agenda, la abrí y vi claramente lo que me tocaba después. La cerré y la dejé en gesto automático sobre la mesa. No pasó mucho tiempo para que volviera a necesitarla (no recuerdo bien para qué). Miré en el lugar en el que había dejado la agenda pero ¡no estaba! Me revolví como una anguila, miré el suelo, el cajón del pupitre, mi mochila... ...busqué y busqué : nada.
- Debe de haber sido alguno de mi clase- me dije con inseguridad- pero ¿para qué querrá mi agenda? ¿Algún mensaje de amor?- la idea de una declaración, me fascinaba y hacía acelerar mi corazón, aunque yo intentara convencerme de lo contrario. Yo era una joven fantasiosa en ese sentido, que aunque tuviera por costumbre dar calabazas a todos, en el fondo soñaba con alguien especial, incondicional, y unos brazos fuertes protegiéndome, rodeándome.
Podría haber denunciado el "robo" pero, no iba a armar un numerito si no estaba segura de lo que había pasado.
Cuando volví a mi casa, y tiré bruscamente la pesada cartera al suelo, mis ojos se fueron directamente a la estantería de la habitación. Allí, bien colocadita, estaba mi agenda. Eso también era extraño, ya que el orden, nunca ha sido una de mis virtudes. La cogí, incrédula, la palpé, miré cada una de sus páginas en medio de mi perplejidad: no había duda, era mi agenda. ¿Qué pasó? ¿Había sido imaginación mía? pero, si lo había sido ¿por qué después de no haber sabido lo que me tocaba,luego resultó que lo supe? Yo recordaba perfectamente haber mirado mi agenda, haberla tenido entre mis manos, haberme sumergido entre sus páginas ¿Estaba loca?
¿Sería un gnomo? No lo sé. Lo que sé es que yo a aquello no le encontré una explicación que me convenciera al 100%.
Se afirma que estos extraños seres, viven en España (aunque en mucha menor medida, que en los Países bajos). También alguien afirma que vio a uno.
Confieso que tiendo a no creer en esos pequeños, veloces y tímidos hombrecitos pero ¿acaso alguien tiene pruebas físicas de que no existan? Puede ser que...
Y yo, y tú, nos perdemos, de vez en cuando, en el laberito de nuestra imaginación. Creamos mundos distintos, personajes, situaciones. Así, aprendemos a huir de una realidad que cansa y nos afixia a veces, aspirando lentamente el humo de su cigarro. Y del ingenio, a veces puede salir un nuevo descubrimiento, una luz o simplemente, un suspiro.
Se me quedó esta frase de la película de ¡Vaya Santa Claus!: "Ver es creer, creer es ver". Pienso que tiene razón.