viernes, mayo 29, 2009

La habitación de al lado.

Aquel día, en la otra habitación, no pude evitar sentirme afortunada: mi profesora, Dulce, era comprensiva, muy amable, con un amplio sentido de humor y una sonrisa siempre iluminaba su cara. En cambio, la otra, Rosa, parecía un horrible grano de pus y no lo digo por una cuestión de belleza exterior, sino por cómo parecía tratar a ciertos alumnos "más atascados". Sí, fue ese día en el que me di cuenta de la suerte que tenía de que no me hubiera tocado con ella. Esa tarde sus gritos se oían por todas las esquinas, por cada losa del suelo, por cada centímetro de la rugosa pared, aunque la estancia de al lado, que era en la que daba ella sus clases, estuviera debidamente encarcelada con sus cuatro paredes y su puerta fuerte.

- ¡Grrrrrrrr! ¡Grrrrrrrrrr!- eso era lo que yo podía entenderla. No entendí bien qué palabras podrían salir de ella pero, así se podrían traducir: como auténticos rugidos.

- ¿Qué quieres que haga? ¡No lo entiendo! Explícamelo de otra forma...- la voz del pobre alumno se entremezclaba con los rugidos de la fiera.

Mientras, Dulce, no tenía problema en explicarte una y otra vez una misma cosa si hacía falta. Sus palabras calmas y de ánimo eran una buena forma de descargar angustias, de sentarse en un mar de aguas tranquilas, aunque me durara poco. Se desvivía en buscarme ejercicios para practicar e incluso, me dejó su juego de PC de Monopoly.

- Llévatelo, a ver si te gusta. Ya me lo devolverás.

Rosa, al contrario, eso me contó mi hermana. Cuando un alumno al que le costaba más, le preguntaba, le contestaba con un estufido. Si alguien quería saber algún término que no conocía, en vez de saciar su duda, le contestaba, con voz agria y mohín estúpido:

- Búscala en el diccionario.

Me decía que en otro lugar en el que la tuvo que soportar, ni siquiera se molestaba en explicar. Simplemente, se sentaba, en su halo de perfección y leía.

- Para esto, lo leo en mi casa- dijo en voz baja otra alumna a la otra.

Rosa era así, inteligente, perfecta y como persona perfecta se dedicaba a personas como ella. Los más atascados, no merecían el más mínimo miramiento por parte de ella, si no espabilaban.
Cuando uno de sus cursos terminó la llegó a decir a una conocida, como si aquel último día fuera una boda o quién sabe qué más:

- Hoy es el día más feliz de mi vida. Al fin te pierdo de vista y tendrás otro profesor al que dar por saco.

Podría hablar de muchos otros profesores similares a Rosa, como por ejemplo, del Sr. José, al que un día, en una de sus clases, sólo vinieron seis alumnos, de unos 70. El mismo al que vi desde el autobús, en su Mercedes y del que no pude evitar esconderme con unos papeles, rogando que en ese momento fugaz no me viera.

Algunos creen que los gritos, palabras agrias, desmotivadoras, negras, son un motor capaz de despertar a los más dormidos, pero lo cierto es que, al menos a mí, me producen un efecto contrario y me hacen dar un respingo. No creo que esa sea siempre la mejor forma de animar a un alumno ni a nadie. Siempre he pensado que un maestro debe motivar al alumno y dedicarse a los "más débiles". Las palabras atronadoras, no sólo recaen en los oídos, sino que pueden también hacerlo en el alma y con un alma por los suelos, abatida, todo lo que podría esperarse, soñarse, entregarse, se esfuma como una frágil pompa de jabón.

7 comentarios:

Esther dijo...

Por supuesto que los nombres de las personas son ficticios pero, creo que eso no hace mucha falta que lo diga.

Saluditos a tod@s.

Esther dijo...

Aclaro, que "dar por saco", en España significa molestar. Es que ahora no la vi por ningún sitio y ya no me queda tiempo.

Saluditos a todos y buen fin de semana.

Reithor dijo...

puedes editarlo :)

Gente así hay en todas partes. Son los que barren los problemas debajo de la alfombra, que no son capaces de mirar a la parte más difícil de su trabajo.. unos cobardes al fin y al cabo.

Viv. dijo...

La palabra "maestro" le queda grande a cualquier prepotente; seguro que han padecido una infancia atroz y tienen la autoestima por el suelo: han sido solo un número. Quien no se trata bien a si mismo dificilmente podrá brindarle un trato digno a los demás.

Besos y disfruta mucho el finde!

abulico dijo...

Yo tuve en la infancia un gran profesor en el colegio, pero el profesor del curso de al lado era un tirano: les daba capones y les pegaba con la regla en las yemas de los dedos por cualquier motivo.

Todos los dias daba las gracias por no estar en su clase.

SALUDOS ESTHER!

Patricia dijo...

Recuerdo que tenia un profe con el que las alumnas se desmayaban!! sus comentarios solian ser siempre denigrantes, brrrrrrrr.......bueno lo bueno de todo (siempre hay algo bueno ja ja ja) es que se murio!......ja ja ja no, no se murio, eso era broma (un poco pesada) lo bueno de todo es que me gradue y nunca mas le vi la cara :)
naaaaa yo tambien me escondia entre papeles cuando la veia venir....brrr se me pusieron los pelos de punta (y vaya que mis pelos estan despeinados desde mi ultimo viaje........tengo que ir al peluquero creo) :(
en fin,
besote!!

Dinorider d'Andoandor dijo...

me caen mal los gritones