Mi diario, mis cosas, mi rinconcito donde plasmar pensamientos en "papel", mi "casita" azul, zona de entrenamiento, mi jardín alejado del mundo...
domingo, abril 11, 2010
Suspense.
Hay sueños que se sueñan, se viven con danzas del corazón y quedan colgados en la pared. Sonríen silentes, desde un ático de tiempos extraños. Revolotean por los tejados de un pensamiento. Se pierden en el infinito, otra vez. El cielo de lo eterno se los lleva al paraíso de los objetos perdidos, de aquello que intentó ser y no pudo ser, de una sal del pasado. Pero, de vez en cuando, el viento, trovador de historias, susurra relatos de viento. A veces, cuenta que algunos valientes y hacendosos guerreros, cruzaron la barrera de lo eterno y que con sus manos, lograron alcanzar la estrella de un sueño.
domingo, abril 04, 2010
Doctor Papel.
Deviantart.
Una gota. Una perla de lluvia en el cristal, que escuece, sana, se evapora y reaparece en las puertas de la nada. Un ocaso de tinta roja de ira. Un deseo. Un sueño. La hélice dorada del sol.
El alma se contrae, se expande, se inquieta y se duerme en el ir y venir de las tormentas de verano.
- Que llore todo lo que tenga que llorar. Que lo eche todo. Es mejor así. - Llega la extraña voz de un recuerdo indefinido.
Cae la lluvia, la lluvia de espejos secretos del alma. Cae, conquistada por la gravedad, y lo descarga todo. Cae y muere, para quizás, revivir de nuevo en los susurros clandestinos del viento. Y descubre, también, que puede hacerla volar en palabras, que acaricien unos ojos sinceros de luz. Pero, lo que más le gusta es, al llegar a casa, escribir. Recorre la tinta, el mar de papel o de códigos binarios; se libera del boli Sentimientos de soga y compone poesías del alma; poesías de espada o, por contra, de escudo de princesas, príncipes, cabellos inquietos de historias y quién sabe de qué más. Y al finalizar su consulta, el doctor Papel le devuelve su reflejo, su propio retazo de realidades fragmentadas, su propio pedacito de letras; letras que avivó, recogió y durmió en el hostal del olvido.
Nuevas olas vendrán; nuevos aromas, a veces, con galas familiares del pasado. Lo sabe. Pero, ahí estará el doctor Papel, el doctor Letra, el doctor Grande, dispuesto a sostener el árbol de la inquietud, con asombrosa facilidad. Nadie podrá igualarle en su trabajo. Él es único.
viernes, abril 02, 2010
Tras la ventana.
Al ver el mar, ese compañero del mundo, esa pequeña pieza del engranaje con la que había tomado poco contacto, no se sorprendió. El baile de las estrellas del agua, observaba calmo desde la orilla, con su eterna canción de susurros espumosos; a veces, oscuro por la contaminación del puerto invasor; otras, azul de sonrisas.
- ¿Por qué no subimos al barco de Tabarca y damos una vuelta hasta la isla? - propuso mi padre. Uno de los barcos, nos miraba, grande, imponente, silencioso; el otro, más viejo, pequeño y juguetón, también emitía sus saludos silentes, como un embrujo, quizás maléfico, hipnotizante, que nos invitaba a subir, como un imán. Así que mis tíos aceptaron la propuesta.
El mar, con su continuo bamboleo, comenzó a mover el anciano navío como si se tratara de un insignificante barquito de papel. Así fue como mi tío, ese hombre que sabía de caminos de estrellas en la oscuridad inquietante del campo, de flores mustias del pasado, de crudeza y dureza, se hizo pequeño y se puso a llorar como un niño. Las gotas de lluvia salían incesantes de sus ojos, mientras se agarraba a un del roído metal de El navío pesadilla, escondiendo su cara del infierno azul, suplicando clemencia.
Cuentan que un día, cuando el vestido de la noche ya le envolvía en su manto y las estrellas le susurraban sus secretos de vuelta a casa, unas luces interrumpieron la homogénea oscuridad. Eran tantas, que difícilmente se podría contar el número de colores que disparaban, que emitían, que vociferaban . Aquellos centelleos viperinos, amenazantes y aterradores, le siguieron hasta quién sabe qué lugar. El escalofrío del peligro, fue subiendo por su espalda y traspasó su corazón. El ataque epiléptico del susto se adueñó de su cuerpo y las lágrimas dibujaron sus ríos de melocotón.
- He visto... he visto... Unas luces... me seguían- diría ya en su casa. Su voz era un hilo entrecortado por sollozos de recuerdo. Las manos le temblaban y la boca y...
Nadie supo explicar lo que le pasó. Sólo se creó alguna que otra hipótesis de pasos poco seguros.
El patín de la ciencia rueda por calles conocidas del conocimiento. Pero, a veces, conspiran rostros ocultos tras las ventanas del mundo; susurros de viento,de tierra. Y asaltan el camión inquieto una verdad impuesta, rasgando, arañando, hiriendo, la sabiduría de cristal, proclamándose mentira. El patín se desiquilibra ante la piedra molesta. Se tambalea. Cae. Y entonces, el misterio se ríe, se ríe del mundo. Otras veces, las voces de enigma susurran secretos a los oídos del hombre, lenguajes que éste no puede comprender y le descoloca, despeinando su cabellos. Porque es el juego del misterio, que sale y entra; amanece, se esconde, marcando su territorio de eternidad.
- ¿Por qué no subimos al barco de Tabarca y damos una vuelta hasta la isla? - propuso mi padre. Uno de los barcos, nos miraba, grande, imponente, silencioso; el otro, más viejo, pequeño y juguetón, también emitía sus saludos silentes, como un embrujo, quizás maléfico, hipnotizante, que nos invitaba a subir, como un imán. Así que mis tíos aceptaron la propuesta.
El mar, con su continuo bamboleo, comenzó a mover el anciano navío como si se tratara de un insignificante barquito de papel. Así fue como mi tío, ese hombre que sabía de caminos de estrellas en la oscuridad inquietante del campo, de flores mustias del pasado, de crudeza y dureza, se hizo pequeño y se puso a llorar como un niño. Las gotas de lluvia salían incesantes de sus ojos, mientras se agarraba a un del roído metal de El navío pesadilla, escondiendo su cara del infierno azul, suplicando clemencia.
Cuentan que un día, cuando el vestido de la noche ya le envolvía en su manto y las estrellas le susurraban sus secretos de vuelta a casa, unas luces interrumpieron la homogénea oscuridad. Eran tantas, que difícilmente se podría contar el número de colores que disparaban, que emitían, que vociferaban . Aquellos centelleos viperinos, amenazantes y aterradores, le siguieron hasta quién sabe qué lugar. El escalofrío del peligro, fue subiendo por su espalda y traspasó su corazón. El ataque epiléptico del susto se adueñó de su cuerpo y las lágrimas dibujaron sus ríos de melocotón.
- He visto... he visto... Unas luces... me seguían- diría ya en su casa. Su voz era un hilo entrecortado por sollozos de recuerdo. Las manos le temblaban y la boca y...
Nadie supo explicar lo que le pasó. Sólo se creó alguna que otra hipótesis de pasos poco seguros.
El patín de la ciencia rueda por calles conocidas del conocimiento. Pero, a veces, conspiran rostros ocultos tras las ventanas del mundo; susurros de viento,de tierra. Y asaltan el camión inquieto una verdad impuesta, rasgando, arañando, hiriendo, la sabiduría de cristal, proclamándose mentira. El patín se desiquilibra ante la piedra molesta. Se tambalea. Cae. Y entonces, el misterio se ríe, se ríe del mundo. Otras veces, las voces de enigma susurran secretos a los oídos del hombre, lenguajes que éste no puede comprender y le descoloca, despeinando su cabellos. Porque es el juego del misterio, que sale y entra; amanece, se esconde, marcando su territorio de eternidad.
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