
Un pariente mío descubrió la oferta y nos instó a mi hermana y a mí a ir.
Reconozco cómo empezó todo: una subida a la báscula y ésta, que con su maldita perversión me mostró las consecuencias de mi exceso de sedentarismo. No estaba gorda ni lo he estado nunca pero, aquel peso funesto y nefasto, bien marcadito, no lo había pesado jamás.
A veces, me miraba y me miro al espejo, el espejo del interior y del exterior y me siento extraña: es como conservar el molde pero, con distintas mutaciones que van apareciendo, marcando diferencias, sin piedad, sin aviso, mientras duermes... ...¿dónde? ¿dónde estaban aquellas mechas castañas claras que alguna vez, algún caprichoso pintor de rostro que jamás llegué a conocer, pintó por mi pelo? ¿dónde quedaron las ganas de soñar con un príncipe azul? ¿Por qué...? ¿Dónde...? ¿Para qué...? Y te dan cosas y te arrebatan otras que se pierden como las gotas de lluvia entre tus manos, ésas que dejan de ser en cuanto chocan contra el asfalto. Ahora, el espejo te devuelve una mirada: eres tú pero, sin ser tú, extraño. Y a veces, me siento en la oscuridad de mi secreto y echo de menos. Cambios, cambios que acechan a toda hora, a todo minuto: son los peldaños por los que sube y baja nuestra alma aventurera, va avanzando, arriba o abajo, de este laberinto sin aparente final que es la vida, intentando encontrar un algo que ni siquiera sabe definir pero, que necesita como el aire para respirar. Y ahora... ...ahora, intentaban quitarme también mi peso, aquel que se hizo dueño de mí, que tanto tiempo compartió conmigo, con el que estaba tan bien ¡no lo podía permitir!
Empecé mi autoentrenamiento en el ahora caluroso y solitario cuarto, ignorante del placer que me esperaba después, sí, placer. Después, en mi camino, me topé con aquel centro dedicado al cuerpo y al relax. De momento, sólo tengo un mes para estar ahí y no sé si podré continuar. Y me pierdo, me pierdo en esas salas de máquinas, en baños turcos, salas de paraísos artificiales, estancias con el ruido ensordecedor de un monitor que te grita un "¡un! ¡dos! ¡tres!". El ejercicio puede resultar arduo y duro pero, como dije, después viene el placer: el placer del agua, del relax, sí, también, pero, yo hablaba de un placer mucho más valioso: es el placer de sentirte bien, de sentirte más activo, vital, ágil, fuerte, de respirar un poco más de salud por todos lados, salud de mente y de cuerpo.
Os dejo esta fórmula de salud, de un experto conocido mío:
BIENESTAR FÍSICO = DEPORTE + ALIMENTACIÓN SANA Y VARIADA.
¿Sabías además que con el deporte estimulas el crecimiento de la hormona de la juventud? Yo no lo sabía: lo vi en el blog de Patricia, que nos explica muy bien algunos de sus beneficios.
Sí, el esfuerzo cuesta pero, después podrás descubrir el verdadero placer ¿no crees que es un gran regalo? Yo te aseguro que sí.