No sé si existen otros tipos de magia; aunque bien dicen que cuando el agua suena seguro que hay una cascada navegando entre las rocas. No suelo ser diferente al resto, salvo por alguna pequeña excepción que no voy a contar ahora. De lo que no era bien consciente era de que existía otro tipo de magia, una magia que parece que tengamos todos. Un día, un brujo divino me hizo darme cuenta de esta realidad, mostrándome una varita mágica de cristal tan transparente, que ni siquiera me había dado cuenta de que la estaba tocando con mis dedos o que, cuando estaba en reposo, siempre andaba conmigo, en el bolsillo de mi corazón. En realidad, ¡la había estado usando toda la vida! Y supongo que vosotros también. Veréis, cada vez que yo tomaba una decisión y, en consecuencia, actuaba de determinada manera, ella estaba ahí. Puedes decidir si esto es blanco o es negro y seguir un determinado camino. Cada nueva situación que se presenta es un reto, la bifurcación de una vía, aquel punto de dicotomía en el que tienes que ver por dónde seguir. Y ese camino conllevará diferentes cosas, diferentes a las del otro sendero.
Me hallo aquí con mi varita de cristal. Un largo lago se extiende ante mí y aquí, sentada en esta piedra, contemplo las ciudades que un día visité, creé, compartí; cada enigma humano, cada sonrisa, cada comportamiento indescifrable y matemático, que aun así, ilusa de mí, intenté descifrar. También las situaciones tormentosas, que no admitían momentos de paz, tan grandes que todo lo envolvían, todo ese mundo, sin las que él, posiblemente no existiría. Siempre actuaba con mi varita; incluso el quedarse parada en un Stop era una elección. Dirigir ese instrumento mágico de una forma u otra es lo que hace la vida, es tan necesario y tan adherido a las constantes vitales como el respirar. Sí, agachada contemplo la ciudad del ayer y otra situación más que no pude controlar. Porque no crean que tener una varita te hace Todopoderoso o, ¿alguno de vosotros habéis disfrutado de esa sensación? Yo, por mucha magia que tenga, por mucha capacidad que posea para modificar todo a mi antojo... Yo... ¿de qué te sirve ser poseedor de este inmenso poder si no lo sabes utilizar? Lo último fue que creí estar creando flores de cielo cuando lo único que conseguí fue lluvia, una lluvia maldita que me mojó todos los pantalones, todas las entrañas de mi ser. Bueno, ésta no fue la única vez que esto pasó y seguro que si hay algún brujo chapucero como yo - si es que existen los que nunca fallan o los maestros o como quieran llamarles- tiene idea de qué estoy hablando. Yo pensaba que lo estaba haciendo bien: no veía nada incorrecto en todos mis movimientos, ninguna ofensa, nada, pero de repente, una vez más no obtuve los resultados esperados. Tantas veces me pasó lo mismo... que ya no puedo recordar número exacto alguno, os lo aseguro. Tantos campos diferentes con los que poner en práctica esta magia y tanta inmovilidad ¿No os ha pasado que cuándo estábais en el momento presente, en el mismo momento vívido del acto, no supísteis utilizar vuestra magia? Quizás fue un témpano de hielo que rodeó vuestro brazo y os paralizó, no sé muchas cosas. A veces, miro hacia atrás y pienso que ojalá hubiera sabido manejar mejor la situación. En muchas ocasiones no sé si fuí sólo yo, el maldito brazo inmovilizado o qué sé yo, y por lo tanto, varita ineficaz; un brujo también torpe o todos esos elementos a la vez. Pero hoy sólo puedo mirar al pasado, lanzar despedidas al viento, una a otra, escribir un sangrante "adiós" que quizás se transforme en paloma, persona o gaviota; ¡tantas cosas podría ser! No puedo más que hacer esto y desear que todo hubiera sido diferente; aprender y reaprender a mirar al otro lado con indiferencia, aceptando y reaceptando lo que es, lo que fue y lo que posiblemente nunca será. Porque dicen que pocas veces el lago saca su puente escondido para permitirte el paso al otro lado de la orilla. Pocas historias conozco así de renacimiento ¿Cuál es el porcentaje de tal posibilidad? Sólo espero encontrar un portal del tiempo, un algo, para poder regresar, para poder disfrutar, aunque fuera por un momento efímero de todo aquello que perdí; acurrucarme en un cuerpo frío, tal vez en secreto (despacito sin que nadie se enterara, ni siquiera él), regodearme en risas perdidas, opiniones de ser y esas voces trazadas de forma tan particular; disfrutar de aquellos seres que mi ahora presente, me demostraron que son efímeros, como las estrellas fugaces que cruzan el cielo y se van; tal vez, hacer chocar mi cuerpo contra un muro blanco como la Luna y pensar, pensar que nada cambió; aprender a disfrutar de todo eso, sabiendo ya de por sí, que mi tiempo con ellos es limitado pero, quedarme ahí para siempre y no conformarme con el recuerdo en un corazón. Si pudiera, me quedaría allí, donde todo era diferente. Y me digo una y mil veces, que algún día descubriré la manera de hacer un agujero en el espacio para quedarme allí. No me quites ese vago prisma de ilusión. Un destello. Un suspiro, para olvidar que tantas cosas que se fueron para, quizás nunca más regresar. Sí, observo esta maldita varita y vuelvo a hacerme la misma pregunta repetitiva ¿de qué sirve tanto poder? Lamentos por la mala magia que hice y que puede siga haciendo, lamentos que no sirven de nada, pero que una vez llenan el corazón de un otoño gris.