domingo, septiembre 27, 2009

El día se había vestido de gris. El viento ululaba con fuerza y quizás pronto la voz estrepitosa de la tormenta rasgaría el silencio espacial, con el leve contoneo de sus rayos. Qué más daba... de momento, sólo era un perro que ladraba amenazador pero, no llegaba más allá.

Me senté al lado de la playa. El gran libro surgía de entre mis manos y me hacía volar fuera del mundo, de este mundo de hormigón. ¡Era caballero!, ¡princesa!, ¡guerrero! quién sabe... El medievo me había aspirado; recorría sus caminos, me sorprendía, horrorizaba o me hacía suspirar o cubrirme de luto con sus dramas románticos. Las páginas,ese camino blanco que me hacía olvidar el mundo, soñar, vivir con la mente... Pero, de repente, alguien me echó de sopetón de ese lugar lejano: un hombre de camiseta roja, algo entrado en años, me despertó con su voz:

- ¿Qué haces ahí? ¡Que se te va a volar el peluquín! - mi mata de pelo se movía revoltosa al compás del viento, sí, eso que él llamaba peluquín, no sé por qué. El "diablo" rojo y metiche volvió a hacer uso de su voz:

- Pero, ¿por qué lees? ¡Si eso no son más que una sarta de mentiras! ¡Es basura! ¿Por qué lees?

- Porque me gusta.

- Váyase usted a la m..., váyase usted a la m... - repitió una y otra vez, echando furia por su boca. Mientras, ya había alargado la distancia entre él y yo y me había puesto provocativamente en otro banco, posé la vista otra vez en los desiertos blancos con letras negras sin preocuparme demasiado en si él lo ve o no. Una extraña mezcla de rabia y de tristeza corrió por mis venas. Pero, no. No dejaría de leer porque él quisiera: no tenía derecho a estropear mi momento de "teletransportación", mi momento mágico. Si no le gustaba, que mirara para otro lado, que se alejara, que me dejara en mi soledad. Alguien pintó un día diferentes gustos de colores por el mundo, para que vivieran en sintonía, en paz, complementándose y dispersándose pero, siempre con la capacidad de respetarse; una cosa aquí y otra allá, ¿cuál te agrada más? Abrazarse a uno, a varios y seguir su camino como una estrella fugaz y, ¿qué pasará? Nada, mientras no detones la bomba dormida y machaques todo lo que hay alrededor, lo aplastes, lo hagas puré y ni te importe.

Se trazan sueños en cometas de papel, virtuales, de pensamiento... Vuelan por el cielo de un infinito desconocido y conocido a la vez, gigante, voraz, esperando a ser descubiertas, tendiendo el abrazo de su puerta de sueños para ver si entramos.

miércoles, septiembre 16, 2009

Adonde te lleve el viento.


Un tren, tren de aventuras y un sinfín de ciudades...

El hombre coincide con la mujer en el vagón. Ella apenas lleva equipaje. Los dos desconocidos se hacinan en el pequeño habitáculo, sumidos en su muda expresión y en su mundo de parajes desconocidos, cuando de repente, como queriendo sonsacar a esos dos extraños de las sábanas del silencio, comienza la conversación a hacerse figura, a volar, a hacerse patente.

- Y, ¿usted adónde va?- pregunta el hombre.

- No lo sé.- contesta la mujer.

- Pero, irá a algún sitio, tendrá algún plan... No se puede ir a algún sitio sin tener una meta, ¡tiene que haberla!

- No, se equivoca. No tienes por qué tenerla. Yo simplemente voy donde me lleve el viento... No hay por qué planificar nada. Yo voy en un tren y cuando una ciudad me llama, cuando escucho su voz acudo a ella. Varias veces, me he quedado a dormir en un tren...

- Pero, ¡eso es imposible! Ir a un sitio, así, sin ningún destino, sin ningún plan marcado...

- ¡Claro que es posible! Todo es posible. Debería proponérselo.

- No tengo tiempo. Vivo muy ocupado; soy político y ahora voy a una conferencia a París... Apenas he visto últimamente a mi mujer y a mis hijos y les echo mucho de menos. Encima voy con retraso ya... No sé por qué hoy el transporte va tan lento.- El hombre cincela en su rostro la cara de la desesperación y mira con impaciencia su reloj.- ¡Que aceleren ya! - dice en un último grito en el que sus inquietos nervios truenan en forma de voz. Nuevas dudas le asaltan: - Y, ¿cómo puede vivir así? ¿No echa de menos una cama? ¿Un hogar? ¿No siente que pierde el tiempo yendo así, de un lado para otro, sin saber exactamente adonde ir?

- Lo mismo me pregunto yo, ¿cómo puede vivir usted así, tan estresado? Y yo... perder el tiempo ¡jamás! ¡Si es estupendo! Ir así, al galope de la aventura, dormirme un día y no saber lo que me voy a encontrar cuando despierte... Siempre que me es posible lo hago.

El hombre mira con impaciencia hacia la ventana. Está enfadado, enfadado con ese maldito sistema de transportes, furioso, inquieto... Su corazón cabalga en sus pálpitos de aceleración, pisa con fuerza su pecho y la sangre camina frenética por las autopistas del estrés. El tren aminora la marcha. Para.

- Tome, cómprese un vaso de leche calentita, con buenas galletas y relájese.- La mujer ha extendido unas cuantas monedas hacia el hombre. Después, se ha dirigido hacia la puerta.

- Gracias. ¿Se va ya?

- Sí, la ciudad me llama. Piénseselo: siempre podemos cambiar nuestro estilo de vida.- Ella guiña un ojo y desaparece, se esfuma tras la puerta de la gran serpiente férrea.

El hombre se queda pensando arco iris secretos y luego, desaparece, al igual que el tren, el paisaje, la escena de luces... El libro se ha cerrado; se apagó el telón y a mí también me deja pensando, soñando durante unos instantes.

domingo, septiembre 13, 2009

Ceguera.


Lo Pagán, 2009.

De repente, su voz se quebró y sus ojos se inundaron de perlas cristalinas enormes.

- Y mi padre me dice que estoy gorda... Y me llaman gorda...

Yo no quería ver la lluvia en sus ojos. No, no se lo merecía. Bajo ese cielo azul, entre esas aguas someras, intercalé frases típicas, deseando decir algo mejor que lo que suele decir el resto de la gente, darle unas alas eternas que la llevaran un poco más cerca del sol. Pero, como siempre, una aspiradora de lo ridículo, una máquina quitanieves inútil, afianzó su presencia; hace tiempo que duermo en el mundo, aunque esté despierta.

- Yo es que estaba delgada, así como vosotras, pero, desde que me operaron, me cambió el metabolismo... - la voz del llanto escribía sus notas de papel, descargando sus truenos de tristeza.

Rosa Mari, lloraba y lloraba y no se daba cuenta de lo guapa que era. Según la sociedad, según algunos nosotros, no tenía un rostro especialmente bonito ni un cuerpo espectacular pero, su alma era un bello capullito de alhelí, un rayo de sol, una música de primavera en medio de la oscuridad.

Las almas se esconden en su refugio carnal y la condición física, que pesa, que arrastra, limita la vista de horizontes. Una luz maligna, ciega, dibuja desiertos. De repente, el ocaso. Y la luz se esconde, se va. Se desdibuja la fina arena y aparecen colores, nuevos mundos, nuevas habitaciones, que tragará una nueva goma de borrar en un nuevo amanecer de oscuridad.