miércoles, junio 29, 2011

Sin...

¿Cómo sería sin dinero? Aunque fuera por un día y que la única moneda de intercambio fuera el amor verdadero.

Me alegra que salga alguna canción como ésta. Aunque, como dicen por ahí, todo quedará en una bonita canción. De todas formas, precioso mensaje y estoy completamente contigo, Jessie :); todo se ha convertido en una vulgar transacción, incluso en lo personal. La humanidad está muerta.

miércoles, junio 22, 2011

Nada.

Había nacido con la nada y había aprendido a pasearse con la ella. La mencionada le seguía, arrastrándose, con el sentido penitencia y su esencia de cero. Había intentado deshacerse de ella, siendo un alguien, atesorando un algo, un alguien, un cómo o un por qué pero, sus manos de cuenco vacío siempre volvían a agarrar su pantalón, su meta, su bata, su piel... y aquello era como un estigma, una mancha, un tattoo que ni la espada del fin podía cortar. Suspiró entre sueños, cansada de aquel saco pesado, pero, con una pesadez ingrávida, de aire, que le había tocado arrastrar. Alguna vez aspiró a poder quitárselo pero, las amenazantes montañas ululantes del ser y otros factores medioambientales se lo impidieron. Todos nacían con la nada; algunos conseguían quitársela con el despertar de un nuevo día y a otros les tocaba vivir con ella, pero, todos, todos, todos, escribían el fin en sus brazos. Estaba aprendiendo a aceptar su destino, la convivencia con esa "amiga" silenciosa. De todas formas, tarde o temprano acabaría por aparecer y le haría perderse, como se lo hace hacer a todo el mundo, entre sus pétalos de noche.

lunes, junio 13, 2011

El espejo de Matsuya.

Mi tío, nos puso al corriente de dos bellas leyendas. Él las leyó al parecer en el colegio, cuando aún iba con sus pantaloncitos cortos. No se sabe quién las escribió (si él y yo no estamos equivocados; sino, nuestras disculpas) y hay varias versiones de estos escritos. Dada la imposibilidad de encontrar el libro en el que estaban esas preciosas leyendas, él se tomó la molestia de mandarme dos de las que me habló. Es cierto, que me he convertido en El Fantasma de las Nieves, que el tiempo está raro y cambiante, que un antes ya se perdió. Ahora, es simplemente diferente, pero, aquí dejo este bonito texto para compartir. Que lo disfrutéis tanto como yo lo hice :) De nuevo, ¡gracias, tío!

EL ESPEJO DE MATSUYAMA

Anónimo

En Matsuyama, lugar remoto de la provincia japonesa de Echigo, vivía un matrimonio de jóvenes campesinos que tenían como centro y alegría de sus vidas a su pequeña hija. Un día, el marido tuvo que viajar a la capital para resolver unos asuntos y, ante el temor de su mujer por viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la consoló con la promesa de regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su hijita, hermosos regalos.

Después de una larga temporada, que a la esposa se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a casa y pudo oír de sus labios lo que le había sucedido y las cosas extraordinarias que había visto, mientras que la niña jugaba feliz con los juguetes que su padre le había comprado.

-Para ti -le dijo el marido a su mujer- te he traído un regalo muy extraño que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro.

Era un objeto redondo, blanco por un lado, con adornos de pájaros y flores, y, por el otro, muy brillante y terso. Al mirarlo, la mujer, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven y alegre muchacha a la que no conocía. El marido se echó a reír al ver la cara de sorpresa de su esposa.

-¿Qué ves? -le preguntó con guasa.

-Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme.

-Querida -le dijo el marido-, lo que ves es tu propia cara reflejada en esa lámina de cristal. Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.

La mujer quedó encantada con aquel maravilloso regalo; lo guardó con sumo cuidado en una cajita y sólo, de vez en cuando, lo sacaba para contemplarse.

Pasaba el tiempo y aquella familia vivía cada día más feliz. La niña se había convertido en una linda muchacha, buena y cariñosa, que cada vez se parecía más a su madre; pero ella nunca le enseñó ni le habló del espejo para que no se vanagloriase de su propia hermosura. De esta manera, hasta el padre se olvidó de aquel espejo tan bien guardado y escondido.

Un día, la madre enfermó y, a pesar de los cuidados de padre e hija, fue empeorando, de manera que ella misma comprendió que la muerte se le acercaba. Entonces, llamó a su hija, le pidió que le trajera la caja en donde guardaba el espejo, y le dijo:

-Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté con ustedes, prométeme que mirarás en este espejo todos los días. Me verás en él y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti.

Al morir la madre, la muchacha abrió la caja del espejo y cada día, como se lo había prometido, lo miraba y en él veía la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de la enfermedad. Con ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegrías; y, aunque su madre no le decía ni una palabra, siempre le parecía que estaba cercana, atenta y comprensiva.

Un día el padre la vio delante del espejo, como si conversara con él. Y, ante su sorpresa, la muchacha contestó:

-Padre, todos los días miro en este espejo y veo a mi querida madre y hablo con ella.

Y le contó el regalo y el ruego que su madre la había hecho antes de morir, lo que ella no había dejado de cumplir ni un solo día.

El padre quedó tan impresionado y emocionado que nunca se atrevió a decirle que lo que contemplaba todos los días en el espejo era ella misma y que, tal vez por la fuerza del amor, se había convertido en la fiel imagen del hermoso rostro de su madre.

FIN