-Y ellos deberían estar en el infierno. No tienen perdón de Dios -probablemente, me dijo el Papamoscas.Él me miró desde las alturas, desde aquel lugar donde las cosas se ven pequeñas y con su real envergadura.
Siempre me pregunté cómo podían hacerlo y yo... sin quererlo, me vi obligada a soportar esa peste, esa peste del siglo XXI, incluso, en las más delicadas baladas. A veces, me he dicho: "No, basta" y he desechado una preciosa melodía solo por eso. Ahora mismo, tengo una en mente ¿quieren que se la diga? Mmmm... me cuesta bastante, siento un nudo en la garganta, un impacto brutal que es la suave caricia de un infarto, pero... está bien:
El jardín prohibido, cantada por Sandro Giacobbe. Al tomar conciencia de todo lo que implica esta canción, no puedo evitar sentir repulsión o algo atronador que me entristece y me hace pasar por las más sombrías emociones. NO, no puede tener justificación, aunque el mismo adúltero trate de encontrarla para tratar de calmar su porcina consciencia. NO. Y ves a gente que aun así, dice amar a sus parejas ¡como la trucha al trucho y el águila al aguilucho! Y gritan y dicen: "¡hasta el infinito y más allá!" Y son capaces de mandar sus besos por encima de la tierra y mostrar su magia en las mismas redes sociales y qué sé yo. Unos, más discretos; otros, menos. Y luego... NADIE PUEDE AMAR A NADIE SI COMETE ACTOS QUE PUEDAN LASTIMARLE. NADIE AMA A NADIE SI SU AMOR ROMÁNTICO ES COMPARTIDO CON OTROS. Entonces, ¿podría decir que es cierto lo que decía Chris Isaak de que "Nadie ama a nadie"? Dios, no quiero ni pensarlo. Un mundo sin amor... Y fue así, como pasé mi vida preguntándome, dónde estás. Y así, revoloteando por el tema, siendo testigo de la basura repulsiva que se gesta en el siglo XXI, una pregunta reincidente ronda de nuevo por mi cabeza.
¿Cómo pueden hacer eso?
Respuesta: los adúlteros suelen ser personas egoístas (aunque en otros contextos sean estupendos) que solo piensan en satisfacer sus más bajos de deseos. Personas que, en el fondo, no aprecian al que tienen al lado, más allá de su aspecto físico y la satisfacción sexual que pueda proporcionarles. No se les da bien coleccionar gestos simples, instantes, espacios con la especia de su pareja, aquella persona con la que supuestamente, encajaron piezas de amor solitario para convertirlo en uno solo. Son personas que no comprenden que tras la novedad llega la calma, pero que tras ese descampado otoñal se esconde la delicadeza de una flor que acaricia la piel con cariño. Son, realmente, irresponsables con respecto a sus propios sentimientos y al daño que pueden inflingir a los demás. Y... aunque... a veces, puedan lucir una careta de simpatía, carisma, sensibilidad, delicadeza o cualquier otra u otras, que se os ocurran, en el fondo, tienen otra característica común: poseen una insensibilidad monstruosa, podríamos decir que... selectiva (solo para aquello que ya no les interesa, incluso). Los adúlteros suelen ser maestros del engaño y a tanto nivel puede llegar esta destreza, que hasta aprenden a engañarse a sí mismos. Todo lo que les envuelve suele ser una mentira y todo lo que tocan lo cambian de aspecto. Un adúltero puede, incluso, llegar a ser un gran manipulador, incluso para conseguir lo que él quiere. Él conoce un gran secreto que es que mediante, la adulación, la palabra y una sonrisa, siempre puede conseguir lo que él quiere y aligerar el peso de sus propias losas. El adúltero hace perder el tiempo a toda persona que se encuentre a su lado pues, con su silencio o su traición, asesina vidas. Un adúltero rompe el corazón, sin importar cómo, dónde, cuándo... Y sí, es cierto: se puede morir de amor, más bien se podría decir desamor pues, no sería la primera vez en la historia que alguna persona traicionada decide tirarse por un puente, o, sino, al menos, muere en vida (no sé qué es peor). Y aquí, a estas alturas ¿DE VERAS SIGUES PENSANDO QUE ESA PERSONA ADORABLE, ATRACTIVA Y GENIAL ES UNA BUENA ELECCIÓN? Yo creo que no.
Y así, concluyo: sí, Señor Papamoscas, o quien quiera que seas: ellos no merecen más que el más puro infierno; beber el veneno de la soledad y que les reviente por dentro, pero... a veces, ni el mismo cielo cobra justicia. Y así, la vida se llama injusticia y los actos delictivos, despreocupación. Y no, no pretendo ser una Bruja Maléfica, pero es difícil mi posición y ante, el perfume liviano en el estercolero, supongo que a alguien le tenía que tocar este comprometido papel.