Entre aviones que eclosionan, banderas de hipocresías y lunas que la gente cree ocultar, estoy yo. No es el lugar más deseable para vivir ¿verdad? Sin embargo, EL NACIMIENTO NO ENTIENDE DE LUGARES, ÉPOCAS, NI NADA QUE SE LE PAREZCA. El nacimiento, respira libertad. ¿Qué culpa tengo yo de tener esta edad? ¿De ir acumulando lustros tras mi espalda? ¿Crees que no me duele la sed del corazón? Un corazón que quiere amar. Un corazón que nunca será besado. El beso... debe de tener una fragancia exquisita. Debe de ser como el vals de los delfines, aunque no se sienta, aunque no se note; el beso... ¡el beso! Qué más quisiera yo encontrarlo en mi ventana y llevármelo en un colgante del corazón: el beso... ¡el beso! Tan rojo como exquisito... Inmaterial y material. Un amor con pareja de baile que llevar en el pecho. Como será ¿cómo será? Y sin embargo, hay personas que poseen un beso, que puede susurrarle por las noches nanas de respiración, acompañarles a aventuras de carretera, de eclipses o, por qué no ¡de cazuelas! Y sin embargo, no saben apreciarlo. Mataría por tener un beso así, donde los latidos se asfixian por el monóxido del amor, AMOR VERDADERO, donde los cabellos se peinan el uno al otro y ¡las palmas! y... la danza de los delfines, digo... de las almas, aún sumidas en el monólogo de la costumbre. ¿Cómo será?
Sin embargo, solo puedo estar aquí, en este albergue social, con un montón de nubes por pensamientos confusos y la firme determinación de no querer pensar para que no duela... para no llorar todo aquello que me negó el Universo. Y callo, aunque lo sepa todo. Callo todo lo que podría contar ¿acaso, me creería tu voz? Tu voz... ¿dónde está? Miles de veces creí escucharte tras espejos encantados, hasta descubrí que solo se reían de mí. ¿Loca? ¿Me llamarían loca? Yo solo fui una mujer que una vez quiso amar y creer que aquello que decían los demás era verdad.
Ojos... Bajo el rímel derretido, yo te maldigo y... ¡te espero! Bajo la noche del día, espero tu lámpara, para que me ilumine ¡ilumine! y te saque de tu ceguera. Por favor, ven a buscarme: sácame de este dolor, de las risas ilusorias, de las espadas que atraviesan la piel. Llévame afuera a ver primaveras; bajo medialunas ojerosas yo me escondo y lluvia y ¡rayos! ¿Estoy enferma? Sí, estoy enferma, de las guerras abiertas, de presentir el mañana, de las noches sin sol. Estoy enferma... de todo... y de este lugar mortecino en el que no puedo oír tu voz.
He aquí otra de mis peticiones, mientras ni siquiera soy capaz de abrir un mísero correo. Estoy aquí, creando nubes y pidiéndote, de nuevo, que me vengas a buscar. Desgárrame la espada de mi espalda, sácame las balas y bórrame las cicatrices. SOLO este simple ruego. Por favor, ¿es tanto pedir?
La que te maldice y te quiere, te maldice y te quiere, tal vez sin conocerte, pero deseando conocerte en un anhelo rosa que estremece la piel y las raíces del cabello y ¡el laberinto del cerebro! Sí... LA QUE TE MALDICE, PERO TE QUIERE.
La Justiciera del Amor /Esther
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