Sonó el interfono y volvió a sonar: dos, tres, cuatro veces. Lidia dormía tan profundamente a su lado que no se enteró de nada. Jesús se levantó de la cama y arrastró los pies hasta el interfono:
—Quién es —preguntó con voz apagada.
De repente, los latidos de su corazón golpearon con fuerza y rapidez su caja torácica como bombas que abren la tierra y despedazan bruscamente personas, animales, plantas y diversos tipos de materiales.
—¿Quién era?—Lidia se removió en la cama, debatiéndose entre despertar o seguir navegando en su deleitoso sueño.
—El cartero, nena— Pero el interfono sonó otra vez.
—Pero... cielo ¿No le habías abierto?
—Sí...
—Anda, cielo, vuelve a la cama.
Jesús obedeció a su compañera y se metió a la cama. Se colocó un cigarrillo de Malboro entre sus finos y pálidos dedos y con las manos temblorosas, se lo introdujo en la boca. Miró al techo. No había pasado un minuto, cuando, esta vez, sonó el timbre.
—¿Es que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para molestar?—protestó Lidia. Entonces, ella se incorporó y agarró las sábanas.
—No, nena —, le detuvo él —, ya voy yo.
Jesús caminó hasta la mirilla. Allí, tras la puerta, estaba Sofía. Rápidamente, la dio la espalda ¿Qué hacía ella aquí?¡Joder! ¡Le dijo que tenía una excursión con los de su clase del SERVEF! Y, ahora ¿qué?
—¿Quién es, cielo?
—Nadie— respondió.
Con escasas zancadas, ya estaba, de nuevo, en la cama. Sentía la acelerada melodía de su corazón que rugía en sus entrañas, arañando su interior, como si quisiera que la liberaran de aquella cárcel de huesos en la que se hallaba presa. Tiró el cigarrillo sin encender al suelo y miró, otra vez, el techo. Sus músculos eran vigas de hierro. Lidia se dio la vuelta y le abrazó.
—¡Quita! —le dijo apartando con rudeza su brazo.
El móvil sonó y miró la pantalla que anunciaba «Sofía». «¡Joder! ¿Pero qué hace ella aquí?» «¿Tenía que venir hoy, la muy jodida?»
—Cielo, pero ¿quién te llama?
—Nada, un amigo.
—¿No le coges?
—No, nena. Vivir este presente contigo es más importante. —Entonces, Lidia le besó en el carrillo izquierdo y se sentó encima suyo.
—Espera, — dijo — creo que he oído un ruido en la puerta.
Abrió las piernas lo que pudo para llegar lo más pronto posible a la puerta de entrada. Allí estaba Sofía que le mandó un mensaje de Whatsapp:
[16/05/2019 9:29] Sofía: ¿Dónde estás,amor mío?
[16/05/2019 9:30] Jesús: En casa del Guille
[16/05/2019 9:31] Sofía: Pues oí un ruido como de unos pasos.
[16/05/2019 9:32] Jesús: ¡Ay, nena! No seas tan neurótica. Mira, es imposible porque yo estoy con el Guille
[16/05/2019 9:32] Sofía: Debes de tener razón.
Tras mandarle un copia y pega de la amorosa despedida de la noche anterior y cerciorarse de que Sofía se iba, Jesús regresó a la cama.
—Bueno, cielito, ¿Por dónde íbamos? —preguntó Lidia, mientras se sentó sobre su él. Se subió el camisón hasta la cintura, le desabrochó el pantalón y agarró la fiera de su sexo.Entonces, Jesús notó que sus músculos ya no eran rocas, sino suaves y adormecidas almohadas, pero dispuestas a recibir el placer. Sonrió.