Ángel negro

Por un antiguo amigo de instituto me introducí en el mundo de la magia. No sé cómo fue la cosa pero, acabó proponiéndoselo a todos los que con él nos hallábamos: un amigo de él, yo y mi hermana; Su propuesta:

- ¿ Por qué no vamos al "camino de la luz"?

- Vale.- Contestamos todos.

Aquel nombre, no se podía negar que escondía algo misterioso y me lanzé de buen grado a la aventura.
Aquel lugar era un auténtico bazar de cosas fantásticas, extrañas, ilógicas, curiosas: libros de hechizos, inciensos, amuletos, varitas mágicas, bolas de cristal, cartas esotéricas, ingredientes para hechizos... ...aquel mundo que se expandía alrededor nuestro, me fascinó. No sabía que tal cosa pudiera existir ; nunca había pensado que en nuestros tiempos pudieran aún seguir practicándose estas cosas. No quería admitir ,como hace desde el principio todo el mundo, que tal mundo fuera falso; tenía que probar primero, para poder decir que aquel mundo era falso. Quizás, lo que también me empujó a ello fue que me creí capaz de cambiar todas las cosas de mi realidad que no me gustaban; me imaginaba como una especie de hada madrina, bruja o mujercita prodigia moviendo y transformando las cosas con los ojos o con un simple movimiento de manos. Ya que estaba allí, compré un libro de hechicería, aunque más tarde también compraría otro.
Mi verano dieciséis pasó así: leyendo sentada sobre la cama o, en la cocina aquel primer libro. Entre los esperados conjuros y hechizos, contaba con normas para que éstos funcionaran y también ejercicios de concentración para poder realizarlos. Yo realizaba aquellas prácticas con gran interés. No pasó mucho tiempo ,cuando comencé a ponerlos en práctica: meter un papel en la cubitera con agua, escrito con lo que querías evitar y doblado en cuatro partes iguales y después al congelador, luego cerrar los ojos y pronunciar muy concentrada las palabras exactas del libro; conjuros para que el principito de tus sueños se fijara en ti, etc. , etc., etc. Y lo sorprendente es que por un tiempo funcionaron o ¿ Sería la casualidad? Así, seguí y seguí, sintiéndome como una auténtica bruja buena, y cuidando de que nadie se enterara de "mi gran secreto", porque según mi amigo lo que más me convenía es que nadie se enterase. Y entre mirar y mirar aquel libro vi otro conjuro : se trataba de hacer una invocación a tu ángel protector antes de dormirte para que te dijera los números de la quiniela y te tocara y yo había leído que el de mi signo se llamaba Asmel; así que sola y sobre la cama , me concentré, cerré mis ojos y le invoqué : -Asmel, asmel, héchame la mano de la fortuna... ...te espero.- Y caí en el pesado sueño que el cuerpo empezaba a reclamarme. Entonces, yo dormía en la misma habitación que mi hermano, pues éste se había separado de mi otro hermano al que no soportaba para dormir, y yo de mi hermana, a la que tampoco soportaba. A gusto , aislada de la realidad vigílica, mi respiración y presión se agitó y mis ojos bajo sus párpados comenzaron a moverse rápido : comenzaba a soñar. Veía la puerta entreabierta que daba al pasillo semioscuro. De repente, fue definiéndose una figura negra, como un hombre encapuchado, vestido de negro, al que no se le veía ni la piel de las manos. No tenía alas ; juraría que era igualito a la parca, sólo que no llevaba pica: caminaba humildemente, con sus extremidades colgando. Se puso frente a una de las camas, en concreto frente a la que estaba mi hermano, en la que en medio de toda esa negrura se distinguía su cuerpo relajado y tranquilo, hechado de lado. De la misteriosa figura salió una voz fuerte , grave , monótoma:

- Hola, soy Asmel. Los números de la suerte no te los puedo decir ahora porque está tu hermano durmiendo al lado. Adiós.

Al día siguiente, lo conté a mi familia y todos se rieron a carcajada limpia( ahora, no me extraña) pero, yo entonces lo creí ¡ Había sido tan real! Con lo que había vivido no podía creer que fuera mentira para mí ¡ Era real!
Incluso más tarde, le volvía a invocar, pero no para aumentar la cartera de mi padre, sino para volver al pasado pero, nunca más volvió a funcionar, nunca más volví a ver a ese misterioso personaje.
Seguía haciendo hechizos y conjuros, pero ya nunca se cumplían, por lo que me fuí cansando y cansando hasta que caí en la cuenta de que eran mentiras.
Ahora, pienso que sería fruto de la obsesión, del subconsciente del cerebro, porque al haber pronunciado aquello antes de dormirme...