domingo, marzo 15, 2009

En busca de un gran rey.



Un pariente mío y su familia nos hacen una visita. Viene, se sienta, se sientan. La conversación va fluyendo, lenta, sin pausa, pero con la suavidad de un joven riachuelo. Y fue en ese momento, cuando de repente, saca un regalo que tenía muy bien guardado bajo el brazo, experiencia de una conocida suya: es un viaje, un viaje a África. Y así nace la historia que les voy a contar a continuación. Así viajo y así sueño.

Marian y su pareja al fin habían roto el espejismo y de un golpe seco y rotundo habían hecho añicos el cristal de irrealidad ¡Al fin estaban allí! Era tan hermoso... ¡África! ¡La gran África! Una sensación extraña envolvía cada uno de sus cuerpos como un gigante abrigo protector: era la naturaleza salvaje en su estado más puro y el tiempo, ese tic tac incesante y ajetreado que tan bien habían conocido en Europa y que ese día, cuando partieron, les había dicho adiós y ellos ni si quiera se habían dado cuenta. África era así: mágica, natural y pura como ella misma. A África no parecía importarle mucho las horas, eso pensaron ellos, quién sabe si equivocándose.

Allá, a veces cerca, a veces lejos, las chozas salpicaban el paisaje y se dejaban ver con sus hermosos vestidos estampados de sencillez, a veces incluso junto a las un poco más acomodadas estancias para los turistas que levantaban sus cabezas quizás orgullosas.

Un Jeep, otros turistas y un agradable guía formaban parte de sus días allí. Y el Jeep, que a veces, sin querer queriendo, imprimía sus huellas sobre el terreno, terreno de libertad y éste que corría libre, kilómetros y kilómetros hasta llegar a la gran valla.

- No salgáis del coche- les había advertido el guía.

Quién sabe a cuántos animales sorprendieron con su presencia o ¿no deberíamos decirlo al revés? Búfalos, cebras, ñus... La cámara era una buena compañera de viaje, sin duda: capturaba momentos, espacios, gotas de tiempo y las convertía en eternidad, siempre lo hace. Y de repente, ahí estaba un todoterreno animal : ¡un elefante! ¡un elefante grande y hermoso!

- ¡Paren el vehículo! ¡Párenlo ya! ¡Por favor! - a Tim se le hincharon los pulmones. Todo aquéllo era majestuoso, tanto o más que la más lujosa corona del Universo y no estaba dispuesto a tener que quedarse más en el Jeep si podía admirar esas maravillas de más cerca. Se bajó de él de un brinco, pese a los reproches de sus compañeros y del guía, avanzó incontables pasos y se puso frente al animal. Éste barritó pero, el ruido fue tan fuerte, tan estruendoso, tan brutal que no hubo dudas de que estaba realmente enfadado. Entonces, su pesado cuerpo empezó a correr a correr y a correr como pocas veces lo había hecho, como un gigantesco y terrorífico monstruo.

- ¡Socorro! ¡Socorro!- Tim también corrió como si se le fuera la vida en ello y como pudo saltó al Jeep. Todos rezaron para que pronto el enfurecido gigante quedara atrás: el Jeep no tenía cristales en las ventanas ni puertas delanteras. Y al fin, el deseo se cumplió, se cumplió porque tenía que cumplirse.

Sí, pese a todo, todo aquéllo era de una belleza increíble, tanto que las cámaras, los vídeos y demás, por más que intentaran capturarla, sólo lograban hacerla más imperfecta. Sí, todo aquéllo era magnífico pero, ¡no habían visto al llamado Rey de la selva! ¿Dónde se había metido? ¿Contarían que estuvieron en África y que no vieron ningún león? ¡Cómo! Pero, cuando las esperanzas ya habían arrojado sus pompones de animadoras y habían bajado sus brazos muertos de ilusiones, el guía anunció:

- ¡Mirad! ¡Huellas de león!

La oscuridad ya caía, negra como el azabache y no había, como era natural, ninguna luz que la arropara, sólo las débiles luces del Jeep, sólo eso. Hija solitaria, hija de la más sincera noche. El guía se limitó a seguir las huellas con mucha calma y meticulosidad.

- Ahí lo tenemos.

Un león medio dormido apareció de la nada.

- ¡Eh! ¡Eh! ¡Estoy aquí!- lo llamó.

No sabe lo que pensaron los demás pero, Marian, apenas se atrevió a mirar. Se encogió sobre su cuerpo aterrorizada y así permaneció unos interminables segundos, minutos, qué sabe ella, hasta que vio que no pasaba nada. Alucinaba: era increíble ver cómo aquel hombre se plantaba delante de la fiera, bien firme y derecho como si estuviera ante un dulce minino. Y el "dulce" minino se levantó y le miró impasible, a él y a todos los del vehículo, que tímidamente sacaron sus cámaras y lo inmortalizaron en el tiempo. Y luego, se fue, calmo, en busca de otro remanso de paz.

- Éste ya ha comido- dijo despreocupadamente el guía.

Jamás olvidarán este viaje que ya ha sido archivado en la habitación de sus memorias.

ÁFRICA, LA GRAN ÁFRICA.



7 comentarios:

Esther dijo...

La base de la historia es real. Todo lo que hizo mi pariente fue contarlo y yo imaginar ¡Je,je!

Saluditos a tod@s.

Viv. dijo...

Disfruté leyéndote; y viajando contigo! -perdón, ... con tu pariente, quise decir-

Estupendo finde!

Dinorider d'Andoandor dijo...

genial experiencia!

a quién no le gustaría

bonito tema

Pugliesino dijo...

Te iba leyendo y al mismo tiempo reviviendo el viaje que hizo mi hermana al Masai Mara,y debe tener razón cuando dijo que ni en la tele de mas calidad,ni en el zoo mas moderno,ni el documental mejor hecho,nada como estar sobre la misma Africa.
Gracias por compartirlo!

Brujita dijo...

me has hecho viajar... me ha encantado :)

besines encantados

Patricia dijo...

Que bien nos los has relatado amiga! mmmm me senti parte del grupo, un viaje para no olvidar entre elefantes renegones y leones vanidosos? que mas podria faltar! Siempre me llamo la atencion Kenya, un dia tal vez....
besos,

Yessi dijo...

Me has hehco viajar con tu relato, me gusto mucho, gracias por regalarnos cosas como esta.

Un gran abarzo.