Aquella silueta oscura se acercó. Estaba embutida en su traje de negrura. La taza invertida de su sombrero daba más sombra, si cabe, a la única parte de su cuerpo que tenía algo más de luz- su cara- y la línea del sueño que delineaba sus párparos inferiores se hizo aún más presente. Sus rasgos eran atractivos - no es de las cosas a las que dé más importancia- pero, es verdad, que tenía algo especial, la magia de un imán capaz de conquistar todos los cuerpos de la tierra, mientras las sombrillas de suspiros femeninos vuelan por el cielo, quizás. Pero, no, a mí no. Tenía a su vez, un aire extraño, vampiresco...
- Hola- dijo y su mirada se posó en mí y ahí se quedó como paralizada por una inoportuna telaraña del tiempo.
Yo estaba sentada en la gran escalera de la plaza y lo agradecí porque así me sería más fácil evitar esa cámara fotográfica de mosca tsé, tsé que pretendía atraparme en su presente.
- Hola- contesté y bajé rápido la cabeza. Seguía esa molestia de sentirse observado pero, no sé en qué momento dejé de sentirlo. El sol brilló con más fuerza que nunca. No sabía de dónde venía, si compartíamos el mismo mundo tras los espejos de las fachadas, al igual que todas esas personas de esa gran plataforma urbana, mundana, alegre que se sentaba entre los valles de los edificios. Personas que saltaban, reían, pisaban las prisas o simplemente, navegaban en los mares de la tranquilidad. A veces llovía la primavera pero, sobre todo el verano tostado de centeno, que daba en la espalda, acariciando nuestros cuerpos con su aún agradable caricia de guante dorado.
Silencio. ¿Se habría ido ese ser misterioso? ¿Seguiría ahí? Reconozco que por un momento me había ensinismado en mis pensamientos: se puede oír sin ver, ser sin ser. Desperté de mi momentáneo olvido pero, el extraño había desaparecido, la plaza, las personas, los niños, los juegos... Me hallaba en un tétrico lugar: piedras grises, sábanas que decían poseer el señuelo de la novedad, un sol que no era el mismo - aunque intentaran convencerme de lo contrario. El frío cubría mi espalda, despojando al abrigo de su función. Era extraño; traté conquistar la estrella de una explicación pero, sólo logré rodear laberintos de perdición y ya no sé si aquello fue verdad o me engañaron los sueños. A veces, se borran las fotos de un calendario. Vuelan las páginas. Llega la noche y una brújula loca te lleva a una nueva isla de tiempo. Alarga la lejanía su distancia de pájaro y estás tan lejos que te preguntas si todo aquello que viviste, sentiste y oíste fue verdad.
La gente se mueve por el mundo de las cosas mutables con aparente parsimonia o tal vez entusiasmo.
- ¡Bienvenidos a un algo distinto! - dice la nada; nunca entendí esa rara manía de cambiar lo que está bien.
2 comentarios:
¿Y por qué el cambio no va a estar bien también?
Me encantó ese instante de silencio capaz de transformar la realidad que estaba imaginando por precisamente un brusco cambio, que solo sucede cuando existe la libertad para hacerlo.
La nada no tiene cabida en tus relatos :)
Buen inicio de mes!
Solo paso para decirte que estoy de regreso y de veras me alegra que aun sigues con vida.
Nos leeremos pronto.
Un abrazo.
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