Imagen: Escocia.
Extendí la mano por última vez aquella tarde de diciembre. Ya no volví a escuchar las campanas de su voz. Aprendí a conformarme con los ecos lejanos y sin caligrafías. Aprendí otra vez.
No saben las veces que traté de agarrar su mano ¡cuántas veces! Pero... un muro de hielo se instauró entre los dos bancos y ¡sus dientes muerden la piel! ¡Muerden la piel!
A veces, desearías romper ese muro ¿Será posible?, te preguntas. Te acercas. Golpeas el dorso del hielo, pero alli, al otro lado, SU FIGURA, te da la espalda. Entonces, te obligas a recordar que es invierno y que posiblemente, la primavera ya nunca vendrá. Si tan solo pudieras ayudarme... Si tú golpearas desde el otro lado, quizás el muro se podría romper.
SOLO... SOLO TENGO UNA CARACOLA Y... NADA MÁS.
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