Las manos enmudecen. Intento buscarlas y no aparecen; los brazos, el cuerpo. Me acabo de dar cuenta de que soy noche. Quizá así mejor: podría favorecer que subiera las escaleras de piano que me llevaran a tu estrella. Ojalá, si no es en esta vida pudiéramos vernos en otro lugar, en otro tiempo, en otro no-espacio. Pero, si ni la eternidad me concedió ese privilegio, el de tenerte, dímelo. Dime cómo conseguir a un exorcista que me quite esta flor mustia, que revuelve el estómago, el aparato circulatorio, la sangre y que pretende arrastrarme, con su fuerza infinita, a su mar de precipicio. Dímelo. Dame su teléfono, algo. No importa que me quiten parte del corazón, si yo ya estoy muerta. Si dicen que el amor no existe, que fue una invención absurda en la tierra, por favor, vuélveme a decir de qué me sirve esto. Hazme ese favor: muéstrame al exorcista - es de urgencia que vea a un médico del alma - sino sonríeme, sonríeme, estrella, aunque sea desde la lejanía; cada vez que mire al cielo, hazme un guiño de tu brillo y entonces, por lo menos, podré saber que estás ahí. No me dejes sola.
Atentamente,
Tu posible desconocida.
3 comentarios:
Tus palabras suenan a desengaño y hay mucho pesar en ellos. Siento de veras que estés pasando un mal momento. Mucho ánimo, guapa. Besotes.
Me sumo a lo que dice Sechat.
Es una gran manifestación emocional;Parece desesperado dentro de un contexto muy reflexivo.
Sé que mis palabras no lo expresan, pero me llegó hondo tu escrito, lo sentí, lo leí con mucha calma y atención.
Intensa carta de amor.
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