sábado, marzo 19, 2011

Una casa mágica está esperándote.


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Un tronco y un río convivieron durante un tiempo. Compartieron diademas de sol, temblores, terremotos, fugas de agua de las vecinas del cielo, vuelos en una misma dirección. Todos los días el roce de las olas contra el cuerpo del madero y la correspondencia por éste último, en forma de choque, era una armoniosa melodía donde ninguna nota asaltante del bosque podía peturbar al oído. Pero, un día, resulta que los embates del río se volvieron más y más violentos, más faltos de tacto, más extraños. Era como que él le quisiera empujar, llevarle a otro lugar. El pobre tronco se apoyaba como podía, con sus superficies de rama, sobre el suelo poco profundo. Las notas atropelladas rompieron el jarrón de su eufonía y una chispa desagradable brotó en los oídos y los quemó.

- ¿Por qué ya no me quieres?- preguntaba una y otra vez el pobre tronco.

Pero, este tipo de respuestas no suelen llegar y se queda un por qué colgando en las manos, quién sabe por qué, si es una autopista de miedo, un silencio voluntario...

Los envites del río persistieron y la cabezonería del tronco también. Creía que algo cambiaría; cuando los ríos duermen dan lugar a confusión; el corazón caliente también, por eso, hay veces en que te lo tienes que comer.

Un buen día, cansado, el tronco, de los empujes del río, decidió apartarse; al fin había comprendido que se había convertido en un estorbo en su camino, que en el hoy ya no era nada- quién sabe si lo había significado alguna vez en ese plano de la naturaleza.

Quedó solo en el descampado y la luna y las estrellas vinieron a consolarle por las noches. Así, poco a poco, pasito a pasito, fue acostumbrándose a la escarcha, a luchar contra los lobos que aullan por la noche, en esa situación de desamparo. Hasta que una avispada niña, se dio cuenta de su belleza.

- ¡Mamá! ¡Mamá! - dijo tirando del chaquetón de aquella figura anónima adulta.

Hoy, el tronco forma parte de un bonito jardín. Bien pudiera ser el que veis en la parte de arriba. De forma mágica, se llenó de unas flores preciosas. En sus zapatos de raíz encontré una nota:

"Tanto tiempo estuve ahí... en ese lugar de donde vine y en el que no sé cómo caí... Debí haberme ido antes. No sé qué hacía yo ahí. Quizás a veces equivoques el rumbo, los caminos resultan tan parecidos... y todos llevamos el colgante de un loco que en cualquier momento se puede encender.

Hoy vivo con los pies en la tierra. Hoy he salido fortalecido. Mentiría si os dijera que no siento las gotas de nostalgia cayendo, de vez en cuando, sobre mi espalda rugosa pero, muchas veces la lluvia ya no tiene correspondencia y hay que aprender a vivir con ello. Es normal que los extraños guantes del otoño vengan a buscarnos pero, debemos reencontrarnos con nuestra propia luz para volver a brillar; ahondar en el bolsillo del interior, atrapar esa fuerza que nos es natural. Ahora he encontrado un nuevo hogar; se puede encontrar aunque sea en ti mismo. Sirva mi estado actual de ejemplo."

Leí esa carta y decidí dejarla donde la había encontrado, escondida bajo el suelo de ese peculiar señor, no sin antes copiarla en mi cuaderno inmaterial.

Las gentes del lugar ya me habían contado parte de la historia- sí, parte ellos, parte mi instinto de bruja- y con el mismo material con el que las vi, me invitaron a tomar el té de la magia.

- Cree... - y sus susurros se perdieron en la noche.

2 comentarios:

Dinorider d'Andoandor dijo...

me gustan los sitios mágicos


eh, que bonita la foto de tu pestalla deviantartica!

Dinorider d'Andoandor dijo...

pestaña, digo!