sábado, febrero 05, 2011

2.


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Llovía. Nevaba. Cortaba el viento pedacitos del ser.

La entonces jovencísima Damita Azul, cogió su diario, soporte de secretos y escribió. El bálsamo de palabras se desparramó por los terrenos silentes de las páginas en blanco. Y llegó, llegó a la frase final:

La mayor tristeza es aquella que perdura en el corazón porque, en cada lágrima hay un lamento y en cada pensamiento un recuerdo.

Pese a que el cándil del tiempo fue apagando los años antiguos y recientemente se impuso un final de parabrisas en aquella tortuosa historia, a día de hoy, Damita no ha aprendido a dejar de llorar.

3 comentarios:

Esther dijo...

Durante todos esos años he sido testigo indirecto de su historia. Menos mal que no me fui con ella cuando me lo sugirió: sino nunca se hubiera enterado de todo aquello. Tendría que haberlo sabido hace tanto... Super triste.

Estos pensamientos, son de gente con la que me he topado alguna vez... Personajes de mi vida... Quizás alguna vez también me ponga y me camufle en este cuento.

Hay cosas que nunca se entenderán, supongo, porque hay recónditos lugares que nunca se podrán alcanzar pero, a veces no se puede dejar de trazar un por qué o un cómo. Nunca entenderé...

Su frase me resulta preciosa.

Dinorider d'Andoandor dijo...

pero creo es mejor aprenderlo

**kadannek** dijo...

Qué pena, porque estarse lamentando por siempre no solucionará nada. Es cierto que las lágrimas son fuentes purificadoras, un bálsamo sagrado, pero derrocharlas me parece un desperdicio. Extraño que una tristeza no se aloje en el corazón, ahí radica su origen, la cosa es apaciguar el llanto y aprender a sobrellevar el dolor.