Insomnio.

Y todo duerme, incluso los fantasmas; la luz, la calle, las esquinas, las personas, la ciudad... ...todo se sume en un profundo sueño; sólo unas pocas aves de la noche osan desafiar los deseos de la noche silente. Y ahí en medio, estás tú, consciente de todo. Cierras tus ojos con fuerza; ordenas a tu cuerpo a caer pero, hoy, no; hoy no quiere. Das vueltas y vueltas en la cama... ...las sábanas se enredan y dibujan arrugas en señal de una noche larga, muy larga. Y tú, quizás te levantes e intentes tranquilizarte sumiéndote en los abrazos del caminar; o, quizás, seas de ésos que miran el reloj y maldiciendo, se digan:

- ¡Qué tarde es!

O tal vez, prefieras sumergirte en la increíble lectura de un libro o blog de internet o, distraerte un rato con esas imágenes que te ofrece, esa compañera infaltable en el salón de una casa. También, está la opción de mirar las estrellas, el ambiente, la vida... ... tantas cosas se pueden hacer en una noche larga... ...y el cuerpo inquieto y travieso ya te dijo que no quiere dormir, cual niño caprichoso y tú te preguntas que por qué diablos no desea transportarse al mundo de los sueños, que a veces es tan bonito y tan placentero (sólo a veces). Y si tienes suerte, el niño se dormirá a altas horas de la noche.

¿Al día siguiente? te pesan los ojos; tienes que hacer un esfuerzo enorme por no caer dormido en cualquier lugar. Las piernas se mueven pesadas, resignadas a tu voluntad de andar. Y te encuentras con Sofía, que viene a ti con su habitual saludo y con Pepe, y con Juan... ...y hablas y hablas pero, la desgana se posó en tus labios y mantienes una lucha encarnizada por mantenerlos alejados del letargo que los amenaza. Y te hablan y escuchas, con un pié en la tierra y otro en otra galaxia y ¡¿Por qué?! Porque hoy estás muerto.