La indiferencia se hacía mujer en sus ojos, avanzaba y se abrazaba a su lánguida figura. Siempre las mismas ventanas bajadas, dormidas, ensinismadas en cualquier pieza fría de metal; hoy tocaba ese salchichón que estaba cortando. Y ella, ahí, soltando su manada de palabras, intentando callar esa música de distancia, ignorando día a día esa voz desinteresada, esos ojos sin brillo, esos labios sin voz. Hasta que Eusebio le devolvió la alegría: trazaba hojas de mundos encantados, dibujaba soles en sus ojos, escuchaba con atención.
Hoy, el hombre del salchichón despierta. Ya no está la niña a su lado, lanzando su incesante cotorreo,que era la flor de la mañana. Las macetas están vacías y el frío le congela, se clava, le muerde, como un terrible cuchillo. Mira el cuadrado vacío de la pared y ve dos manos entrelazándose, acompañándose hacia un posible verano. ¿Será demasiado tarde para alcanzarlas?
4 comentarios:
muy bonito!
que majo el hombre del salchichon xd
besazos wp!
Se le fué al hombre. Ni hablar. Tal vez no es tarde, pero ya no es tiempo. Muy bueno.
Saludos
Siempre me teletransporto a otras dimensiones con tus descripciones. Un honor leerte. Un abrazo.
Consigues cruzar ese velo de apariencia tras el que el mundo trata de ocultarse y leyéndote es si dibujaras sobre el lienzo la expresión con palabras. Ojos sin voz que escuchan.
Un abrazo y no se te ocurra cambiar ;)
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